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viernes, 5 septiembre, 2025
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Columna de opinión

Envejecimiento y sexualidad: un tema pendiente en nuestra sociedad

"En muchas ocasiones, las personas mayores perciben que la sociedad las considera “asexuales”. Esta percepción genera que, a menudo, se sientan invisibilizadas en su dimensión sexual. Vivimos en un contexto cultural que tiende a valorar la sexualidad como un privilegio de la juventud y la belleza física, relegando a un segundo plano el deseo, el afecto y la intimidad en etapas posteriores de la vida", Julio Alfaro Toledo, Matrón especialista en Ginecología (UA)

Hablar de sexualidad en las personas mayores sigue siendo un desafío. Tal como señala el académico del Departamento de Atención Primaria y Salud Familiar de la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile, Jhonny Acevedo, en su libro Sexualidad en el adulto mayor, todavía no estamos preparados para abordar esta temática como quisiéramos.

En muchas ocasiones, las personas mayores perciben que la sociedad las considera “asexuales”. Esta percepción genera que, a menudo, se sientan invisibilizadas en su dimensión sexual. Vivimos en un contexto cultural que tiende a valorar la sexualidad como un privilegio de la juventud y la belleza física, relegando a un segundo plano el deseo, el afecto y la intimidad en etapas posteriores de la vida.

Cuando las personas mayores internalizan estos valores y normas, pueden sentir vergüenza de su propio cuerpo, limitando la expresión de sus necesidades y deseos por temor a ser juzgadas o excluidas. En este marco, persisten estereotipos de género: mientras que las mujeres mayores que manifiestan deseos sexuales suelen ser objeto de juicios negativos, los hombres mayores ven su sexualidad reforzada socialmente, incluso a través de la publicidad y disponibilidad de medicamentos para mejorar su desempeño sexual, legitimando la idea de que “deben” seguir funcionando de cierta manera.

Además, todavía prevalece una visión reduccionista de la sexualidad, entendida casi exclusivamente como relaciones sexuales con penetración. Esto provoca que, ante la disminución de la función sexual por cambios fisiológicos, enfermedades o efectos secundarios de tratamientos muchas personas mayores experimenten angustia, frustración o desesperanza. Sin embargo, cuando enfrentan problemas de salud que afectan su capacidad para mantener relaciones “convencionales”, con frecuencia amplían su concepto de sexualidad, incorporando otras formas de contacto físico, comunicación afectiva y placer compartido.

El escenario demográfico de Chile nos obliga a reflexionar. La población mayor ha crecido de forma acelerada en las últimas décadas, y nuestro país ya puede considerarse como envejecido. Esto implica un compromiso colectivo para atender todas las necesidades biopsicosociales de este grupo etario. La sexualidad es parte integral de la salud y el bienestar, y no puede seguir siendo un tema relegado en los programas de atención, intervención y políticas públicas.

¿Por qué, entonces, los aspectos vinculados a la sexualidad en personas mayores siguen estando ausentes o insuficientemente considerados en la planificación y ejecución de programas? Podría pensarse que existe una falta de preparación para enfrentar las posibles reacciones sociales que este tipo de políticas podría provocar, similares a las controversias que surgen cada cierto tiempo cuando se discute la implementación de una educación sexual integral en el sistema escolar.

Si este fuera el caso, tenemos un reto mayor: no basta con reconocer que el tema es importante, debemos actuar en múltiples frentes. Esto implica un trabajo coordinado desde lo político, lo social, lo biomédico, lo académico y lo comunitario. Significa formar profesionales capacitados para acompañar a las personas mayores en esta dimensión, generar campañas que derriben prejuicios y promover una conversación abierta y respetuosa sobre el deseo y la intimidad en todas las edades.

La sexualidad no es un lujo ni un privilegio de los jóvenes; es parte de nuestra identidad y bienestar durante todo el ciclo vital. Negar su relevancia en las personas mayores no solo perpetúa estereotipos dañinos, sino que también les priva de un aspecto esencial de su calidad de vida.

Como sociedad, debemos comprender que este no es un asunto que “les” concierne a “otros”. Tarde o temprano, la mayoría de nosotros formará parte de este grupo etario. Y si queremos una vejez plena, digna y saludable, debemos empezar hoy a construir una cultura que incluya y respete la sexualidad en todas sus formas, sin importar la edad.

Porque nuestras personas mayores no pueden ni deben seguir esperando.

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