En los últimos años hemos visto cómo diferentes grupos intentan presentarse como únicos y verdaderos representantes de las mujeres y se han apropiado del lenguaje y la causa. Lo hemos visto nuevamente en una publicación que circula por los medios: “se activa la llamada alerta feminista” frente a un eventual gobierno de derecha, anunciando persecuciones, retrocesos y un gran cataclismo. El mismo libreto que escuchamos en cada ciclo electoral, una y otra vez.
Pero seamos honestas: miles de mujeres, como yo, como en todo Chile, nos consideramos femeninas sin adscribir a teorías marxistas y no porque seamos menos conscientes, menos empáticas o menos comprometidas con los derechos de las mujeres. Al contrario, claro que lo somos precisamente porque hemos luchado, en nuestras vidas reales, por estudiar, trabajar, criar, abrirnos paso y ocupar espacios que antes estaban reservados a otros, incluso masculinizados.
Hay feminismos diversos, múltiples, legítimos. Pero por alguna razón, en Chile la izquierda insiste en monopolizar la causa. Se arrogan la representación de “todas las mujeres” y hablan desde un pedestal moral que no resiste análisis. Me pregunto …¿Por qué ocurre? Porque algunos sectores han convertido el feminismo en un instrumento electoral y en una plataforma para sembrar miedo. Ese discurso de “si gana la derecha, las mujeres perderán sus derechos” no solo es falso desconoce la historia, desconoce la evidencia y desconoce a millones de mujeres que no cabemos en ese relato.
La derecha tiene mujeres que han abierto caminos, impulsado leyes, defendido a víctimas, han protegido derechos reproductivos, laborales y sociales. Y no lo han hecho por moda ni por presión, sino porque entienden que la dignidad y protección de las mujeres no es un tema de banderas políticas. Pongo un ejemplo cercano, la senadora Paulina Núñez, a veces se dice que “gira a la izquierda” porque defiende agendas de mujeres. Y no es así! lo que hace es defender a las mujeres, sin importar si eso calza o no con estereotipos políticos. Ese es el verdadero liderazgo femenino: actuar por convicción, no por caricatura ideológica.
Cuando ciertos grupos llaman al terror, cuando anuncian persecuciones imaginarias, cuando usan la palabra “patriarcado” como espada para dividir, lo que hacen no es proteger a las mujeres es usarlas políticamente por un lucha partidista. El feminismo que necesitamos es uno que nos una, no que nos divida. Uno que permita que una mujer pueda ser feminista y a la vez empresaria, política, madre, liberal, conservadora, creyente, profesional, de derecha, de centro o de izquierda. Y sobre todo, un feminismo que entienda que los derechos no se heredan de un partido. Se conquistan, se cuidan y se defienden día a día, y esto es tarea de todas.











