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lunes, 14 octubre, 2024

Analistas políticos evalúan gestión de los líderes del gabinete regional durante estos cuatro años

Fueron tres intendentes y un delegado presidencial los encargados de encabezar el gabinete en Antofagasta durante el actual gobierno, y donde los caminos que siguieron algunos de ellos fueron dispares: desde candidatos hasta alcanzar una subsecretaría. El periodo en el cual estuvieron al mando abarcó un estallido social, la pandemia, y el descontrol en materia de seguridad y migración

A una semana de que asuma el nuevo gabinete regional, analistas políticos evaluaron el desempeño de los tres intendentes y el delegado presidencial que tuvo la administración de Sebastián Piñera en Antofagasta. Las fuentes coinciden en que la gestión saliente no deja grandes obras que exhibir como legado a la comunidad, que hubo baja autonomía en el cargo que representa al jefe de Estado en la zona y que, tras el fin de este ciclo, la región no está mejor que hace cuatro años.

El 2018, la instalación del gobierno tuvo como primer intendente a Marco Antonio Díaz, militante de RN, partido que mantuvo el cupo durante toda la gestión. El 18 de octubre del 2019, el abogado que pasó del mundo minero a dirigir la Intendencia, dejó el cargo para proyectarse en la competencia por la Gobernación Regional. Días después asumió Edgar Blanco, quien se desempeñaba como seremi de Obras Públicas. En enero del 2021 el ingeniero fue nombrado subsecretario de Minería y su relevo fue entregado a Rodrigo Saavedra, arquitecto que pasó del Serviu al edificio de la Plaza Colón y que quedó en la historia como el último intendente de la región. En julio del año pasado, la figura administrativa se transformó en la Delegación Presidencial Regional y el primero en dirigir el nuevo cargo fue Daniel Agusto, quien esa misma temporada no logró la reelección municipal en Calama.

Los analistas apuntaron que es complejo evaluar la gestión de cada uno de ellos ya que, en términos estadísticos, hubo un intendente por cada año y en el análisis debe ponderarse la contingencia que modificó las agendas de gobierno, como el estallido social y la pandemia. Pero al mismo tiempo advierten que aquello tampoco es excusa para el desarrollo de grandes proyectos para Antofagasta, ya que se trata de vías que pueden conseguir financiamiento con recursos que están asegurados para esos fines. Tampoco ese contexto podría justificar situaciones como la seguridad pública en los últimos meses y el control migratorio.

Cristian Rodríguez, director del Instituto de Políticas Públicas (IPP) de la Universidad Católica del Norte, cree que quienes fueron intendentes trataron de hacer avances y aportes para la región, que hubo una buena fe de la que no tiene dudas. Pero aseguró que tuvieron baja autonomía, adolecieron de una visión de largo plazo, ya que por algo hubo tres intendentes y un delegado en estos cuatro años.

“No tuvieron agenda propia»

“Como estuvieron poco en sus cargos, eso no dejó que desarrollaran iniciativas que cambiaran la vida de la gente, ahí quedaron al debe. Todos fueron extremadamente dependientes, no tenían un poder presidencial delegado para gobernar en la región. Más bien lo que vimos fue un poder parlamentario depositado en ellos. Estuvieron muy subordinados y ese modelo no sirvió para hacer grandes cosas, todo tenían que conversarlo con los parlamentarios, a diferencia de otros periodos, cuando los intendentes eran subordinados al poder presidencial”, manifestó.

Para el director del IPP, Marco Antonio Díaz fue la carta más formada para ser intendente, tenía más fondo político, pero llevó gran parte de su etapa en peleas con la alcaldesa de la época, Karen Rojo. Esto lo debilitó y debe considerarse que no se trataba de una disputa personal, sino más bien parlamentaria. “(Los intendentes) no tuvieron agenda propia, la permanencia en el cargo fue breve, no hubo tiempo para grandes proyectos y todo fue en función de la competencia parlamentaria. (El delegado) es una figura muy nueva y a diferencia del gobernador, surge con un fuerte cuestionamiento y con la posibilidad de que se elimine. Creo que ha sido un cargo irrelevante en un lapso tan corto”, señaló Rodríguez.

“Marco Antonio Díaz fue el más equilibrado»

Para Osvaldo Villalobos, analista político, Marco Antonio Díaz hizo una labor correcta en la Intendencia, se identificó con el gobierno y con Paulina Núñez cuando aún gozaban de buena salud. “Tengo la impresión de que supo leer el momento y se movió bien, fue abiertamente obvio que sería candidato a gobernador regional, entra a la Intendencia con esa misión. A mi juicio realizó un buen trabajo. Tuvo algunos errores mediáticos, como cuando murió una persona ahogada en Calama y se tomó una foto mirando el horizonte, lo que en su momento le pasó la cuenta. Administrativamente tuvo algunos problemas con la ejecución presupuestaria y según mi parecer fue el más equilibrado entre lo político, técnico y mediático”, destacó.

A Edgar Blanco le reconoce muchas cualidades técnicas, sin embargo, indicó que fue parco en su actuar y con la pandemia quizás no tuvo la posibilidad de desplegarse tanto en terreno para mostrarse como una autoridad cercana. Esas circunstancias lo expusieron como una persona excesivamente técnica, incluso fría, agregó. “Recuerdo cuando le consultaron por los contenedores de los fallecidos (por la pandemia), lo que demostró poca inteligencia emocional. En esa época se mostró más la seremi de Salud Rossana Díaz, luego candidata a diputada porque fue el rostro de la gestión del gobierno en la emergencia. Blanco también tuvo el estallido social, las mismas circunstancias lo mostraban un poco distante y sí hay que reconocer que no cayó en la tentación de desmarcarse del gobierno”, puntualizó Villalobos.

En su análisis ve a Rodrigo Saavedra como el menos mediático y por ello estuvo alejado de cualquier tipo de polémica. Eso lo mantuvo como el más administrativo de los intendentes y cuando termina su periodo como el último en ocupar esa plaza, “nadie lo extrañó demasiado. Ni Blanco ni Saavedra tenían el hambre de una carrera política electoral como sí pasó con Marco Antonio Díaz y eso marca la diferencia entre ellos”, aseguró.

En el caso del primer delegado presidencial, Daniel Agusto, éste llegó tras sufrir el golpe de perder la alcaldía de Calama. Villalobos dijo que esta gestión quedó marcada por la incapacidad de generar un diálogo con el gobernador Ricardo Díaz, con quien al menos debía mostrar algún grado de coordinación o estrategias para temas relevantes como la seguridad pública.

Villalobos remarcó las evaluaciones de por qué perdió en Calama mostraron que Agusto no dejó de ser candidato, no cambió su lógica mediática, nunca se sentó a gobernar. Por el contrario, cree que en la delegación ocurrió otra cosa, se comportó como un alcalde y no como una figura que representa al jefe del Estado. “Esto es un ripio para Agusto porque fue muy crítico con el tema de la seguridad pública cuando estuvo en Calama y con mesura, cuestionaba a las autoridades del Ejecutivo. Meses después él termina siendo esa autoridad y se extraña que no fuera más proactivo en ese sentido. Su participación en el gobierno no fue desastrosa, pero esperábamos un poco más porque es un rostro joven y que tenía proyección en la derecha, aunque no sé si después de esto siga teniéndola en la región. Pero en Calama mantiene un nicho interesante”, marcó el analista.

Ningún legado para mostrar

Cristian Zamorano, doctor en Ciencias Políticas, subrayó que el gobierno termina como partió, y tal vez aquello era una señal de cómo iba a desarrollarse este periodo.

“Hay gente que sola echó piedras en su mochila. Es cosa de recordar la cantidad de seremis que cayeron en el primer gabinete, fue caótico e incluso hizo tambalear al intendente de la época. Y ahora nuevamente se baja el nombramiento de un seremi de Medio Ambiente porque no se cumplieron los requerimientos, algo que no ha causado polémica porque no se ha conocido públicamente. Una vez más sucede la misma displicencia vista en el inicio del gobierno, después de cuatro años en el poder designan a una persona que no cumplía con los requisitos”, criticó.

Zamorano declaró que el paso de los intendentes no dejó huellas para recordar en Antofagasta. Con el estallido social y el covid, en el fondo la región recibió gestiones más o menos malas que tal vez no fueron catastróficas, pero tampoco resaltaron. Lo más preocupante, añadió, es que ahora tenemos una sensación de desgobierno enorme, tal como el gobernador Ricardo Díaz lo dijo en redes sociales, situación que coincide con un aumento de la inseguridad, una inmigración descontrolada y con un cambio de mandato que tiene a las seremis poco activas.

Y en este último aspecto, el doctor en Ciencias Políticas remarcó que “contamos con elementos que ponen en grave cuestionamiento el actuar del delegado presidencial. Agusto es el encargado de la seguridad pública y aquello es un fracaso total. Cero liderazgos, porque en coordinación, muchas de las seremis están de vacaciones ad-portas de la entrega del gobierno y en el peor momento de los últimos seis meses. No hay ningún proyecto a resaltar y el alcalde de Calama, Eliecer Chamorro, consiguió $25 mil millones para financiar un nuevo municipio, algo que nunca logró Agusto. Además, tiene un caso en el Ministerio Público que involucra a familiares por un tema cuando estuvo como jefe comunal en Calama y a esto agregamos políticamente, los resultados paupérrimos de los electos de derecha. Paulina Núñez, a pesar de que ganó el cupo de senadora, perdió más de la mitad de los votos que obtuvo hace cuatro años. El diputado Castro ganó, pero llegando segundo en su propia lista y perdieron un cupo en el Consejo Regional”.

Zamorano insistió en que no observa ningún legado a nivel local y la prueba de ello es que nadie se está haciendo responsable de un hilo conductor, no hay nadie mostrando lo realizado en cuatro años, “a excepción de la victoria de una diputada que pasará al Senado, pero con la mitad de votos menos. Dirán que influyó la contingencia, el estallido social y la pandemia, pero eso no impedía instalar un gran proyecto porque en el caso de la emergencia sanitaria, hubo recursos extra. No vemos ningún sello de gobierno, no tenemos una región más deportiva, más cultural, empresarial o que se desarrollara un centro de idiomas, ya que tenemos tanta conexión. La preocupación de la gestión pasó por otros aspectos como colocar gente en cargos públicos y utilizar los cargos para plataformas políticas. El balance es crudo, Antofagasta no es mejor que hace cuatro años”.

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