21.6 C
Antofagasta
viernes, 19 abril, 2024
spot_img

El espíritu de Coubertin

"Algo sucedió en la sociedad antofagastina para que veamos que cuando más el ingreso per capita aumenta, la visión de sus principales actores se hace menos colectiva", Cristian Zamorano, Doctor en Ciencias Políticas

Mayvonne Le Berre, reconocida geógrafa, define el concepto de “Territorio” como una porción de la superficie terrestre de la cual un grupo social se adueña para asegurar su sostenibilidad, su reproducción y por ende la satisfacción de sus necesidades vitales. Prolongando esta definición de “territorio”, el filósofo Gilles Deleuze y el psicoanalista Félix Guattari introducen los conceptos, ligados entre sí, de “territorialidad” y “territorialización” ¿Qué significan estos?

  1. Deleuze escribió, en 1980, lo siguiente: “el territorio es en realidad una acción que afecta los ambientes y los ritmos que ‘territorializán’ a este mismo territorio. Este último es justamente, y sobretodo, el producto de una ‘territorialización’ de los ambientes y ritmos. Resulta lo mismo preguntarse ¿cuándo asistimos a una “territorialización”de los ambientes y ritmos?; que preguntarse ¿cuál es la diferencia entre un animal sin y con un territorio?. (…) Precisamente, se debe saber que hay territorio solo cuando los componentes de dicho lugar dejan de ser direccionales para volverse dimensionales, cuando estos mismos elementos dejan de ser funcionales para volverse expresivos“.

Para simplificar y retomando el enfoque planteado, el territorio valdría solo si algunos de sus habitantes, sus líderes, se lo “adueñan”, lo marcan, lo viven, lo “expresan”. Únicamente en ese caso, hay “territorialidad”. Si no hay simbiosis, fusión, si solo se aplica una lógica rentista, para nada sostenible, una simple lógica de extracción; por lo demás, en el caso del cobre, con un mineral que no volverá jamás a generarse de nuevo; no habrá proceso de “territorialización” y por ende no habrá territorio. Jamás. Por eso, es fundamental enfocarse sobre el aspecto de la definición de “territorialización” cuando esta indica que las componentes del territorio deben ser imperativamente dimensionales.

Según Deleuze, el “territorio” existe como tal cuando las ventajas de ese mismo territorio se “concientizan”, se integran, se proyectan y se perfeccionan. Cuando todo eso crea cuerpo.

Aplicando este prisma a Antofagasta, forzoso es constatar que desde ya numerosas décadas, este proceso voluntario de “territorialización” ha sido en gran parte abandonado. Este imprescindible conjunto de acciones que deberían emanar a su vez de un conjunto de actores, públicos y privados, y que le entregarían, según Deleuze, un imprescindible “significado” al territorio. Hoy en día, apoyándome sobre este autor, podría decir que Antofagasta no es territorio. Es un punto en un mapa. El hecho que existan en la zona dos grandes puertos a menos de 40 kilómetros de distancia sin real conexión funcional, que la fachada marítima no sea aprovechada por la cercanía que tiene con diferentes puntos fronterizos permite afirmar, sin riesgo de equivocarse, que características de la zona no son para nada desarrolladas en su plena dimensión. No hacen cuerpos con nada y con nadie. Todas las dimensiones de la ciudad se incrementan de manera dispar. Por esa sencilla razón, vemos un crecimiento anárquico de la ciudad; hacia el interior con los campamentos, y a lo largo del borde costero con una extensión que va terminar alcanzando 50 km de largo. Hoy, ya es de 30.

Sorpresivamente, pero ni tanto en realidad ya que sabemos hace lustres que la avaricia es un pecado capital, las acciones de territorialización eran mucho más numerosas y significativas hace varias décadas atrás. Hoy, son más escasas y menos estructuradas, cuando paradójicamente los recursos son superiores. Algo sucedió en la sociedad antofagastina para que veamos que cuando más el ingreso per capita aumenta, la visión de sus principales actores se hace menos colectiva. Los intereses pecuniarios de algunos privados se comieron la visión verdaderamente regionalista que otros tuvieron y concretaron acá, por estas tierras, décadas atrás. Los que pavimentaron el camino para que Antofagasta sea la plaza fuerte; educacional, patrimonial, simbólicamente hablando; de todo el norte grande del país. Desde Santiago hasta Arica, no puede existir otra megalópolis que no sea Antofagasta. Anteriormente, existió un camino que podía llevarnos hacia aquello, los ejemplos que ilustran esta afirmación son muy numerosos.

Desde la vigencia, que ya no es, de una Escuela Normal en la ciudad; que irrefutablemente era un factor de creación de patrimonio educativo, cultural y simbólico; pasando por las recordadas obras sociales fruto de grandes nombres de la zona que ya no son. Hoy vemos escasez de obras concretas, significativas, “patrimoniosas”. Y no son las políticas de extensión o de relacionamiento comunitario de las mineras que vienen a suplir esto. Para nada. Las acciones pasadas no se repiten, hoy, lo suficiente y estas son fundamentales para tener una representación patrimonial del territorio y también simbólica, tomando acá la construcción de una municipalidad, como edificio, como un ejemplo entre varios. Consideren que en 2021, se entroniza por primera vez un gobernador regional electo y que simbólicamente no dispone de ningún lugar propio para trabajar y ejercer su poder. Tuvo que ocupar antiguas oficinas. En la región la más rica del país. Lo reitero: parecería que acá no hay territorio.

En poco tiempo más, entraremos en periodo de elección y se van a proponer a nosotros numerosas candidaturas que van a hablar del futuro esplendor de Antofagasta, que vamos a alcanzar gracias a ellos. Eso no resultará mientras no haya una solida toma de conciencia y si no se hace una honesta introspección por parte de los actores involucrados que reconozca la clara repetición de acciones y políticas que, por lo esencial, fueron y son meramente funcionales y no funcionalistas, por lo demás solo en beneficio de algunos, y que no son expresivas de una pertenencia, de una valorización y optimización de lo que es por esencia esta franja de tierra nortina, con todas sus características. Sin aquellas tareas, acá simplemente no habrá “territorio”. De nada sirven los récords de extracción, las cifras macro económicas azules, los nombramientos de gente oriundas de la ciudad en los puestos de ministra y subsecretario de Minería o en el puesto que sea, si la mayoría de una gran cantidad de acciones no “territorializán”. El mayor acto de territorialización que ha habido, estos últimos años, en Antofagasta; es cuando se construyó, en pleno centro de la ciudad, el galpón de acopio. Fue entonces el “gran capital” que terrirorializó el territorio, potenciando y dimensionando las componentes que él vio en este lugar.

Ya que se terminan los Juegos Olímpicos 2021, es útil recordar a Pierre de Coubertin, el personaje que resucitó esta competición de la Grecia Antigua para implementarla en la era moderna. Él era un asiduo deportista, haciendo muestra de sus dotes, a finales del siglo XIX, en los campos deportivos. Esa experiencia fue fundamental para desarrollar su sentido de mando, y fortalecer ese vínculo entre cuerpo y mente que los griegos preconizaban tanto. El francés definirá este ideal, al que denominó “Olimpismo”, como la unión del deporte con la cultura, y de hecho siempre defenderá la presencia de un componente artístico junto a lo estrictamente deportivo. Ese es el reflejo del lazo que debe existir entre el cuerpo y la mente, algo análogo al nexo que también debe estar presente entre el territorio y el ethos del que lo habitan, esa conexión entre el espacio físico y la identidad de los que evolucionan dentro de este. Un ideal absoluto. Chile, en los Juegos Olímpicos, que sean de verano como de invierno, siempre obtiene resultados ridiculísimos. Quizás algo , por estos lados, no se ha entendido del espíritu de Coubertin.

- Publicidad -

COMPARTE ESTA NOTICIA

1 COMENTARIO

  1. A ver el articulo más que luces entrega sombras, ya que habla de cosas que no solo solo propias de Antofagasta, son realidades que están presentes en todo nuestro país sin excepción, lo local (folclor en su sentido holístico) está perdiendo relevancia y lo global se está adueñando de los espíritus jóvenes, o acaso no vemos más camisetas del Barcelona que del CDA por dar un ejemplo simple pero que sin duda ustedes encontrará muchos más.

    Quizás solo en valparaiso y magallanes aun queda a flor de piel eso que el llama territorio. Ahora como perla que hacemos para también provocar que vuelva a florecer ese espíritu local pensando que somos una ciudad de migrantes, o tendremos que crearlo (compilarlo), acá si se hace interesante el tema, pero también alargaría infinitamente el texto…

Deja una respuesta

¡Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí

- publicidad -spot_img
- publicidad -spot_img
- publicidad -spot_img
- publicidad -spot_img
- publicidad -spot_img
- publicidad -spot_img
- publicidad -spot_img

Más artículos como este