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martes, 23 abril, 2024
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J. A. González, historiador: “La Constitucional actual no da más, colapsó hace tres años y nadie irá en su rescate”

El académico e investigador de la Universidad Católica del Norte es candidato al Premio Nacional de Historia 2022 por su trayectoria enfocada al rescate del pasado regional. El doctor habló sobre el impacto de las redes sociales en los hechos actuales, la calidad del debate público y manifestó que “sin duda hay trancas de que frente a los cambios quedan incertidumbres, pero los cambios siempre han sido así, no hay certezas de cómo resultarán”.

Para José Antonio González, historiador y académico de la Universidad Católica del Norte, Chile ha sido una especie de laboratorio dentro del mundo occidental y como ejemplos recordó lo ocurrido en el tiempo de la revolución en libertad de Eduardo Frei Montalva, la vía chilena al socialismo de Allende y lo que pasó con la dictadura de seguridad nacional de Pinochet. “En las actividades políticas comúnmente los sucesos pueden repetirse en términos de apariencia, aunque son distintos”, subrayó.

Antofagastino, doctor en Filosofía y Letras con mención en Historia, cuenta con más de 90 libros publicados como autor y coautor, además de artículos en revistas académicas con su principal interés, el rescate del pasado regional y el análisis del presente. La UCN, su alma mater, lo propuso este año como candidato al Premio Nacional de Historia gracias a su trayectoria y producción profesional, hitos que incluso lo llevaron a ser parte del equipo que asesoró con bibliografía histórica a la defensa chilena durante el litigio con Bolivia en la Corte Internacional de Justicia de la Haya.

En entrevista realizada en el programa El Resto es Música, espacio de Timeline.cl emitido en Radio Sol, el académico habló sobre los hechos políticos actuales, si estos son de carácter cíclico, la calidad del debate público y la propuesta de nueva Constitución.

  • Lo que estamos viviendo como país, ad-portas de un plebiscito tras un estallido social, ¿es una experiencia nunca vista en la historia o es algo cíclico?

Cíclico son lo que se llama curvas económicas, bonanza, depresión, inflación. Cíclica puede ser la misma actividad productiva, porque en algún momento estamos en la cresta de la ola con el cobre y después bajamos. Pero en las actividades políticas comúnmente los sucesos pueden repetirse en términos de apariencia, aunque son distintos. Puedes señalar que hay movilizaciones sociales, sí, pero el significado, la plataforma de qué es lo que se gesta es distinta porque su época lo es. Cuando vemos una discusión sobre el concepto de conciencia ecológica, entregar personalidad jurídica a la naturaleza es algo de la sensibilidad posmoderna y no puedes pedir hace 30 años esa visión de medio ambiente. Pero también hay un elemento interesante y que tiene lineamientos de cierta afectividad. Por ejemplo, en los temas que tradicionalmente se discuten hoy hubo una ruptura incluso epistemológica, de cómo estás leyendo el entorno. Ya no son los mismos temas, algunos son consustanciales con la calidad de vida, el derecho a la salud o la vivienda, pero mirados ahora desde otra perspectiva que no puede dejarse en cajón de sastre, se encadena con condicionantes para obtener una visión holística.

Chile pasa a ser una especie de laboratorio dentro del mundo occidental, esto pasó en el tiempo de la revolución en libertad de Eduardo Frei Montalva, con la vía chilena al socialismo de Allende, pasó con la dictadura peculiar de seguridad nacional de Pinochet. Siempre hemos abierto senderos en América Latina, pero los costalazos en pro los hemos pagado nosotros y ahora aparecemos con un estallido social que nadie se explicaba en términos latinoamericanos y con una propuesta constitucional que es interesante y atractiva, pero mirada desde afuera, nosotros tenemos ciertas situaciones de visualizar cómo llegar a una constante de término medio. Vemos que el apruebo apunta en un sentido para mejorar y el rechazo, la gente más moderada, apunta también a un mejoramiento. Son puntos equidistantes y ahí está el término, todos queremos un cambio, pero no tan adentro que nos queme ni tan afuera que nos enfríe.

  • ¿Cuánto impactaron las redes sociales como diferenciador de otros procesos o no cree que fuera un factor tan relevante para el estallido social?

No tengo redes sociales, soy forastero en eso, un libro tengo que verlo físicamente, no me gusta leer en digital. Pero los estudios que se han realizado sobre redes sociales indican una situación muy paradójica. Este país está muy avanzado plataformas digitales, redes, elementos electrónicos, proporcionalmente tenemos más celulares que cualquier otro país sudamericano. El tema es que en la brecha digital encuentras un 45% y quizás un poco más, que no tiene acceso a ello y es parte del siguiente sofisma, cuando concursas al Fondart o una junta de vecinos a un proyecto cultural, te dicen tienes que ir a la plataforma, pero no todo el mundo la maneja y se parte de la base que todos están en eso, el papel quedó descartado. Hay una contradicción en que la gente mayor, por más que le enseñen, es forastera y si no están con un facilitador, no aprenden.

Ahí tienes un porcentaje importante para el que las redes digitales no funcionan y tampoco la prensa escrita, porque ya no hay en términos de quioscos y queda la radio y algunas señales televisivas. Partimos de la base que estamos todos tecnificados y no es así. Con la pandemia se dio más la situación de quiénes tenían plataformas digitales para enseñar y eso que Chile es el país más avanzado, pero no somos Japón ni Corea del Sur.

  • ¿Cuántas veces en la historia coincide en apariencia que estos fenómenos ocurren con una clase política deslegitimizada, existe una relación entre ambas cosas?

Hay una ruptura muy significativa, porque fue la primera convención ampliamente democrática, donde se vieron representados a todos los sectores, incluso los pueblos originarios. Puedes discutir si la proporcionalidad era factible, si el 12% era de pueblo originarios y los mapuches son el 9%, no guarda proporción con la representación de los escaños reservados entre ellos y los demás pueblos originarios. Pero es un hecho único en la historia nacional.

En la Constitución de 1823 hubo bastantes convencionales, hice el cálculo y fueron más de 250. Lo que pasa es que todos están guiados bajo un sentido de la legalidad o la participación política, en que toda la tradición francesa y el constitucionalismo inglés coincidían. Aquí aparece otra cosa que Boaventura Sousa llama el pensamiento periférico que no se enseña, que es la visión que tienen los pueblos originarios, la manera de entender el territorio, pero no todos han podido acceder a eso. Son grupos que han trabajado aquello, tiene toda una tradición y no forma parte del canon de lo que se discute normalmente. Ahí tenemos una convergencia de una tradición muy emergente frente una más hegemónica en la tradición occidental. Si miras cómo se plantea el partido verde alemán y los ecologistas nuestros hay diferencias que están con relación a las estructuras socioeconómicas de ambos países.

En mi opinión es eso lo que tendrá que plantearse la ciudadanía el 4 de septiembre, es decir, qué cosa me interpela, qué visualizo y dentro de la sociología política, cuando te encuentras con un solo elemento que te molesta, no consideras todo positivo. Es como cuando alguien se enamora y ya está lista la parte platónica, pero le encuentra un defecto a la persona y eso te detiene, te hace reflexionar y pasas de la emotividad a una cosa racional. Eso mismo he discutido con jóvenes y cada uno asume que si está de acuerdo con eso en términos de decir esperemos reformas. Pero sí está claro que la Constitucional actual no da más, colapsó hace tres años y nadie irá en su rescate.

  • ¿Estamos en un proceso de menor calidad del debate público por parte de los políticos respecto de otros hechos en el pasado?

Fríamente considero que el debate público ha sido muy pobre, no solo por la poca precisión conceptual, porque necesitas un lenguaje sencillo para la gente que no maneja los conceptos. Lo segundo es una dificultad porque a veces se realiza una resignificación de conceptos que pensabas que los tenías totalmente internalizados. Eso se da mucho en las Ciencias Sociales y fue bien estudiado, no podemos utilizar nociones que quedan fosilizadas porque nosotros las resignificamos. El tema es si todos están enterados de eso y ahí entra la dificultad. Un tercer elemento está en que hablamos de la construcción de una sociedad donde no queda claro a veces de cuál Estado estamos hablando.

A mi juicio, debe ser claro que es el Estado social democrático, pero la pregunta es cómo lo vamos a llenar de contenido y hasta dónde va a llegar ese contenido. Tuve la experiencia viviendo en Europa de saber cuál es el Estado social democrático y es muy atractivo, pero estamos en un país en el que a veces las novedades ponen más ingredientes de lo que ya teníamos definido. En ese sentido tienes un montón de apartados que son muy novedosos, pero que no pueden compararse con la Constitución del 80 porque no tiene esos temas. Ahí entra otro aspecto de que la gente no gasta tanto tiempo en comparar, lee cada uno a su pinta y lo interpela como sea, llevando a una situación de que se pudo leer mal según de qué fuente te alimentas y la cantidad de fake news es abismante.

  • ¿Qué interpretaciones forzadas del texto ha visto?

Dos temas me inquietan desde el punto de vista académico. Uno es que a mi juicio deberíamos ya tener fuertemente afianzada la figura del gobernador, con todas sus facultades e ir alejándonos del delegado presidencial, que todavía hace ruido de una visión centralista administrativa. El segundo tema son las divisiones territoriales, cuando en Chile se hizo la Constitución de 1818, se toma el ejemplo de las divisiones administrativas francesas porque coincidía con la ciudadanía. Cuando colocas demasiadas superposiciones de territorio eso lleva a una situación de que no está definida, porque tienen que venir las leyes y ahí se plantea que tenemos una estructura en que por un lado gusta que alguien resuelva los problemas y esa era la figura del presidente de la República. La pregunta es cuando tengamos temas regionales, espero que los resuelva el gobernador.

En temas de migración, no puede estar el delegado planteando el eco de Santiago y el gobernador tiene una visión mucho más genuina de lo que acontece y no puede ocurrir esta situación de disparidad en el diagnóstico ni en la solución. Ahí veo que deberíamos resolver esto de frentón, decir que el gobernador es el que decide y dejémonos de este control que tiene Santiago más allá de cualquier gobierno.

También estoy de acuerdo en colocar más contenido a la Cámara de las Regiones, debemos tener más potestades en definir algunos temas que nos afectan.

  • Participó como miembro de la comisión de historia asesora del Ministerio de Relaciones Exteriores en la causa con Bolivia en la Corte de la Haya. ¿Cree que ese tema tendrá cierre alguna vez?

Veo dos o tres problemas y uno de ellos es el que puso Bolivia, desde el punto de vista constitucional, de que la salida soberana al Pacífico es una exigencia. Lo segundo es que con Bolivia tenemos relaciones de paradiplomacia. Conozco bastante ese país y no hay una animosidad popular, lo ves en Tarapacá y obviamente el boliviano y el peruano forman parte de nuestra cotidianidad en el norte. En ese sentido, los intercambios comerciales, sociales, la misma colaboración debe existir y el acceso al mar está en el tratado de 1904. Un tercer tema que lo vemos hoy es qué pasa con el proceso de migración, Bolivia no ha aceptado ningún retorno de las personas que Chile ha decidido devolver por entrar de forma ilegal. Entonces ahí tenemos una fricción que fundamentalmente recae en las regiones de Tarapacá y Arica y Parinacota.

Uno aspira a que tengamos buenas relaciones, pero a veces la realidad interna política hace otro juego. Por ejemplo, es diametralmente distinto lo que se ha logrado con Argentina después de 15 años en que tuvimos corte de gas. La experiencia histórica indica que necesitas cierta autonomía energética y ahí Chile desde el segundo gobierno de Michelle Bachelet comenzó un cambio en la matriz energética y tenemos todas las plantas solares que permiten cubrir al menos el abastecimiento eléctrico. Hay que pensar así y lo que ha pasado en Europa con el gas ruso es evidente. Esa experiencia debe tomarse en cuenta y no significa ser hostil o una situación de animosidad con los vecinos, solamente que los vaivenes políticos afectan las relaciones internacionales. Aspiro a que todos tengamos un mejor clima de armonía y de paz, porque América es la patria grande que decía Bolívar y O’Higgins, por consiguiente, si no acogemos de la misma manera que los chilenos han ido a otros países latinoamericanos, nadie nos va a acoger.

No hace mucho estuve en Europa y vi el drama de la gente refugiada, mirados con recelo, incluso con odiosidad y esta es la manera en que la rueda de la fortuna gira y nunca sabes dónde va a parar. Deberíamos tener excelentes relaciones, al menos en términos de paradiplomacia, de los pueblos, donde no veo animosidad. Aunque también debemos cuidarnos de hasta dónde podemos recibir inmigrantes cuando estamos en una situación de cierta inestabilidad sanitaria y con ciertos vaivenes económicos por efectos externos. Tenemos que custodiar la seguridad en nuestras fronteras y hacer esto un poco más regular.

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