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jueves, 18 abril, 2024
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La «Macdonalización» de la política

Durante la década de los 90, el sociólogo estadounidense George Ritzer publicó su libro “La Macdonalización de la Sociedad. Un análisis de la racionalización de la vida cotidiana». Según Ritzer, las características que determinan la estandarización del servicio que prestan está dado por, en primer lugar la eficacia del sistema McDonald´s, ofreciendo los mejores medios disponibles, para satisfacer nuestro apetito de manera rápida y eficaz.
En segundo lugar, la oferta del más por menos, que aunque a veces solo sea percepción, garantizando cantidad y rapidez, transformándose así en un emblema de la cultura de la velocidad (esto pueda ponerse en discusión por quienes más de alguna vez hemos estado largo rato esperando en el local del balneario de Antofagasta).
En tercer lugar, nos ofrece algo previsiblemente insípido, teniéndose casi la certeza de que, independiente de donde vas a consumir, encontrarás siempre los mismos ingredientes, las mismas cantidades y la misma sensación al terminar, lo que a los chilenos nos gusta llamar, la sandía calada. Así, el autor define la Macdonalización, como “el proceso mediante el cual los principios que rigen el funcionamiento de restoranes de comida rápida han ido dominando un número cada vez más amplio de aspectos de la sociedad norteamericana, así como en el resto del mundo».
Otra ocasión en la que se habla de Macdonalización, es para referirse a la proliferación de museos como el Guggenheim, donde la franquicia, que en este caso nació en Nueva York, se extiende por el mundo conservando el nombre y las principales características, habiendo hoy construidos en Bilbao, Abu Dabi, Venecia y otros, significándole grandes reconocimientos al arquitecto canadiense Frank Gehry, como el premio Pritzker.
No hay dudas de que estas características relatadas por Ritzer son las que dictan el quehacer de nuestra sociedad. La rapidez, la pasada corta que entrega rentabilidades por sobre lo razonable que ha hecho “exitoso“ a uno que otro político empresario y a otros caer en estructuras  de estafas piramidales, han permeado la política, al punto de extraviar la discusión de los temas fundamentales.
Esto da paso a la priorización de candidatos por el solo hecho de ser conocidos, o a la importación, a modo de franquicias, de candidatos que incluso no votan en el lugar por donde van a la elección, destacándose por las desafortunadas cuñas que pasarán sin pena ni gloria. También la proliferación de campañas a modo de iluminación o revelación de alguna deidad de dudosa inspiración, sin considerar una interpretación de la realidad y el momento político, para proponer un proyecto de la región que queremos para las próximas décadas. Por cierto que esto último no puede ser fruto de un par de visitas al año, sino que el resultado de un proceso colectivo o comunitario, en el caso de los partidos, y de largo tiempo de diagnosticar desde el tejido social, pero sin dejarlo como algo excluyente a los independientes.
Es este el desafío que tenemos quienes estamos en partidos políticos  o independientes que están preocupados por los destinos de la región: la formación ideológica no es solo una inspiración romántica, es más bien un sustrato que permite realizar una interpretación de la realidad y otorgar una guía para proyectar el futuro. Esta es mi invitación, a usar los espacios de debate que quedan y que los medios locales han ido abriendo, para ser aprovechados en entregar una lectura de la situación y una proyección de lo que queremos construir para nuestros hijos y nietos. Por lo que he observado, existen candidatos con perfiles para hacerlo, pero nos ha faltado el paso para desmacdonalizar la discusión política.

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