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martes, 23 abril, 2024
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Experto tras hechos de violencia

«Los equipos psicosociales no dan abasto para la tarea preventiva»: Psicólogo educacional por violencia en las aulas de Antofagasta

Rodrigo Araya, académico de la Universidad de Antofagasta, sostuvo que la sobrecarga de los equipos psicosociales lleva a que principalmente trabajen con vulneraciones graves de derechos y, en ese escenario, los conflictos que comienzan con pequeños problemas terminan en hechos de violencia. “Esto se puede prevenir, el problema es que las escuelas están agobiadas con la sobredemanda de problemáticas sociales”, dijo. También indicó que se esperaría que un gobierno que viene de líderes estudiantiles pusiera la prioridad en educación, “se están haciendo cosas, pero no vemos una política de inversión que uno diga ésta es la prioridad”.

Antofagasta, Mejillones y María Elena este año registran episodios de violencia escolar con peleas entre estudiantes que fueron grabadas y difundidas en redes sociales, situaciones parecidas a las que ocurrieron el 2022 con el regreso a clases presenciales. En el caso de la comuna en el interior de la región, un alumno terminó apuñalado y en la ciudad, el municipio adelantó que recurrirá a la normativa Aula Segura luego de una masiva riña en el Liceo Comercial que además de un profesor, dejó 11 detenidos.

El psicólogo Rodrigo Araya, magíster en Psicología Educacional y académico de la Universidad de Antofagasta, explicó que la violencia escolar es un fenómeno y se explica por causas culturales y sociales. En ese sentido se preguntó “cuál será la respuesta política frente a los problemas de la violencia escolar, será el camino de una mirada más represiva, en la línea del Aula Segura, con facilidades para que los estudiantes sean expulsados o, un camino que entienda como se hace en otros países, que debe construirse tejido social, participación un sentido de lo público”.

Al mirar el escenario actual los equipos psicosociales están sobrecargados y muchas veces los conflictos que comienzan con pequeños problemas de comunicación, culturales o de identidad de grupo, no son atendidos en su momento, escalan y terminan en hechos de violencia. Esto puede prevenirse el problema es que las escuelas están agobiadas y con la sobredemanda de problemáticas sociales, apuntó.

El especialista sostuvo que la pandemia generó mucho sufrimiento y todavía estamos viendo estos efectos, lo que influye en los hechos de violencia. El año pasado fue el momento de retorno, dijo, pero muchas de las consecuencias psicológicas de la salud mental de las familias y estudiantes no han sido trabajadas. Aquello arrastra dificultades que no se verán en un año, sino que con el tiempo. “Como los estudiantes pasaron encerrados mucho tiempo, tienen dificultades para generar vínculos. Hay familias que viven violencia, hacinamiento, lo que significó que lo pasaran muy mal en la pandemia”, advirtió.

La escuela: El único espacio de encuentro obligatorio

Sin embargo, el académico precisó que al analizar el fenómeno lo primero que debe tenerse en cuenta es que existen violencias escolares y para comprenderlas puede pensarse en ellas como un iceberg, con “una violencia que es visible, estas peleas que aparecen cada cierto tiempo y luego desaparecen. Pero hay otro tipo que es invisible, más estructural y que se dan a nivel de la escuela y ambas se relacionan”.

Un tipo de violencia educativa que es la estructural, con el sistema social por un lado y otra con el sistema educativo. Esta situación se vio en la pandemia y aunque la emergencia no discriminó, los sistemas de vida sí lo hicieron, aseguró Araya, exponiendo que algunos sectores accedieron a mejores servicios y otros no.

“Los efectos de la pandemia algunos pudieron sobrellevarlos con salud mental, psicólogos, porque tenía recursos, pero no todos tuvieron acceso a eso, hay gente que tuvo duelos. Hay un sistema social que genera desigualdades, injusticias, lo que se va acumulando y aunque no lo creamos, eso se ve después en la escuela, porque tiene una particularidad, es el único espacio de encuentro ‘obligatorio’ que va quedando. Ahora con la modalidad virtual puedes no salir de tu casa, pero si hay un momento de la vida donde socialmente te encuentras con otros es en la escuela. Es el espacio común que nos queda y donde se manifiestan las desigualdades, dolores que son estructurales y donde vemos estos casos de violencia entre pares muchas veces es en los sectores más empobrecidos, donde las familias tienen problemas multidimensionales”, detalló.

Como ejemplo de lo anterior, el académico señaló que el Estado tiene pendiente 15 mil estudiantes que no han logrado acceder a salud mental en todo el país, algo que termina por “pasar la cuenta”.

El sistema educativo chileno, continuó, tiene una estructura muy desigual, muy segmentadora y el Observatorio de Política Educativa de la Universidad de Chile habla del ‘apartheid’. Muchas escuelas del país funcionan como guetos, los sectores sociales están demasiado concentrados. Y esto genera grandes problemas, porque hay sectores que no se encuentran con otros, de alguna manera se construyen mundos distintos y se agrupan familias con muchas complejidades en un solo espacio. “Además de alimentar el prejuicio, la discriminación y otros elementos de la cohesión social, hacen que las escuelas tengan muchas demandas, salas que tienen el 98% con índices de vulnerabilidad, con un profesor, un equipo psicosocial que tiene que atender a los estudiantes. Esto es una especie de caldo de cultivo que cada cierto tiempo comienza a estallar de distintas maneras”, indicó.

Violencia sobre la escuela

Junto a la violencia estructural, Araya manifestó que se estudia la violencia sobre la escuela y este concepto tiene que ver con la idea de que los establecimientos están sobre demandados e intervenidos. En el caso de las escuelas públicas cuentan con muchas políticas de rendición de cuentas, entornos en los que se habla del agobio laboral con el conocimiento popular de que los profesores llegan al fin de semana a trabajar.

“Esto hace que los equipos psicosociales no puedan intervenir en conflictos que después escalan en violencia. Si el profesor tiene un curso, tiene que rendir cuentas administrativas, además de competir con otras escuelas en puntaje Simce, estará preocupado de todas estas cosas y los equipos psicosociales principalmente trabajan con vulneraciones de derechos graves porque no dan abasto para hacer la tarea preventiva. Los equipos están sobrecargados y muchas veces los conflictos que comienzan con pequeños problemas de comunicación, culturales o de identidad de grupo, no son atendidos en su momento, escalan y terminan en hechos de violencia. Esto se puede prevenir desde antes, el problema es que las escuelas están agobiadas y con la sobredemanda de problemáticas sociales”, expresó.

El psicólogo reconoció que el Estado ha intentado fortalecer los equipos psicosociales y de inclusión escolar, pero claramente está al debe y eso es muy fácil advertirlo cuando se trabaja en una escuela, ya que los profesionales están constantemente “apagando incendios y en eso qué tanto espacio queda para prevenir estos momentos de violencia”.

Por otro lado, Araya precisó que hay autores que hablan de una violencia en la escuela relacionada con ciertas prácticas que en ocasiones están cruzadas por el autoritarismo, medidas punitivas contra los estudiantes y que entienden que un estudiante aprenderá a través de un castigo. “Cuando en realidad, lo que dice la teoría es que aprendo cuando se realizo algo significativo, se construye un sentido, un propósito, más que por recibir un castigo. Esto no quiere decir que no exista la necesidad de disciplina, de reglamento, son importantes las normas, pero las prácticas punitivas en realidad lo que hacen es más bien generar resistencia, conflictividad. Tanto así, que se instala la idea de que los estudiantes cuando cometen un problema de conflicto o violencia, la primera respuesta de las autoridades es hablar de expulsión, a propósito del Aula Segura. Sin embargo, expulsar a un alumno es algo muy complejo, porque es pan para hoy y hambre para mañana, es una de las peores políticas, porque al expulsar a un estudiante se le está quitando un derecho”, recalcó.

Cuando un alumno es apartado de una escuela, otra tiene que aceptarlo, por lo tanto, el problema solamente se está derivando. Y la otra dificultad es que al expulsar a un estudiante, cuando éste reingresa si es que lo hace, aumenta la probabilidad de que se desvincule del sistema, lo que antes se llamaba deserción escolar. “Cuando tenemos niveles de desvinculación como el que vemos, 50 mil estudiantes, una cifra alarmante. El estudiante que se expulsa queda expuesto a factores de riesgo para que se relacione con otros temas de violencia, queda más vulnerable, es un círculo negativo”, subrayó el académico.

Violencia entre pares

Y tras la suma de todos estos elementos, agregó el especialista, aparece la violencia entre pares, el acoso, los conflictos, que son los aspectos más estudiados, pero que invisibilizan los otros tipos de violencia. “Lo que más sirve tiene que ver con intervenir de una manera sistémica y no solo quedarse con lo más punitivo, las expulsiones, porque esos estudiantes después van a otro lugar y llegan como ‘expulsados’, lo que trae más factores de riesgo para que finalmente se desvinculen del sistema”, mencionó.

El psicólogo recordó que primero por el estallido social y más tarde por la pandemia, en el país quedó un espacio vacío en término de la gestión de emociones, trabajo que no se consigue individualmente, ya que aquello debe aprenderse socialmente. En esto cuestiona que el modelo de la escuela dejó de lado la prioridad del bienestar, la Unesco habla de cuatro pilares del aprendizaje y uno de ellos es aprender a convivir, instancia en la que se utiliza la gestión emocional. “La política educativa de la escuela está mucho más centrada en los aprendizajes estandarizados, en el conocimiento y dejó de lado el bienestar como objetivo”, dijo.

Expresar las emociones, relacionarme con el otro, a vivir democráticamente es un aprendizaje en sí mismo, explicó. Lo importante es tener una mirada que no individualice el problema, porque se puede decir que a un niño le faltó control emocional, pero esto no entiende que el niño se desenvuelve en un contexto y que ese contexto es la escuela, que tiene el deber de generar aprendizajes. Por otra parte, destacó que está faltando fortalecer el sistema de educación pública, que está demasiado precarizado y debería ser una política urgente. Por eso considera que las escuelas no hay que pensarlas como islas, porque cuando los estudiantes entran lo hacen con las realidades que conviven. “Cuando vemos esta violencia a todos nos choca, las familias se ven interpeladas, hay sufrimiento, pero hay una violencia que es soterrada, que tiene que ver con otras cosas que pasan dentro de la casa”, aseguró.

“No vemos que sea una prioridad»

En cuanto a inversión y decidir por una intervención en esta materia, Araya afirmó que “uno esperaría que este gobierno, viniendo de líderes estudiantiles pusiera la prioridad en educación e invertir significativamente. Se están haciendo cosas, pero no vemos una política de inversión que uno diga ‘ésta es la prioridad’. Falta más inversión, equipamiento, más personal, más profesionales trabajando, pero también se necesita cambiar el foco, entender que la escuela es un espacio para construir sentido, de participación, hay que aprender a convivir en ella. Mientras la escuela esté centrada solamente en ciertos elementos tendremos este problema. La política tiene que acompañarse de un cambio de mirada y dejar de criminalizar, porque se transforma en un debate con algunos sectores más punitivos”.

El especialista puntualizó que en la violencia escolar también incide mucho la actualidad del país, recordando que se trata de un fenómeno social y que la escuela está cruzada por el escenario político, social, cultural que atraviesa una nación.

“Uno intuye, a partir de las políticas que se están generando, que de alguna manera hay camino que aborda la violencia desde un punto de vista más punitivo, represivo. Y hay otro camino que tiene que ver con entender que la violencia se relaciona con espacios territoriales y de participación social. Cuando hablamos de ganar a los niños de la población al narco, cómo lo hacemos, no solo reprimiendo al narco, que obviamente hay que hacerlo, pero también construyendo un espacio comunitario donde ese niño se quede con nosotros. Actividades públicas, recreativas, con sentido, hay que volver a generar estrategias comunitarias que lleven a que la juventud defienda sus espacios y construyan otros más democráticos y horizontales”, propuso.

Finalmente, el académico preguntó cuál será la respuesta política frente a los problemas de la violencia escolar, si será el camino de una mirada más represiva, en la línea del Aula Segura, con facilidades para que los estudiantes sean expulsados o, un camino que entienda como se hace en otros países, que debe construirse tejido social, participación, sentido de lo público. Y valoró que en Antofagasta existen instancias de folclore, deportes, recreativas, comunitarias que son muy ricas y la incógnita es de qué manera el espacio educativo podría ligarse y encontrar estrategias territoriales que permita que los jóvenes una vez que salgan de la escuela, hagan deporte, bailes o comparsas. “Esta es la pelea que hay que dar, disputar esos espacios. Pero eso se genera con mayor igualdad y una sociedad más justa, porque los jóvenes tienen que sentir que el camino que se le ofrece, de estudios, educación, servirá para algo. Si se construyen accesos, derechos garantizados en una sociedad más justa, esto tendrá más sentido”, concluyó.

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3 COMENTARIOS

  1. Qué se puede esperar de un gobierno liderado sólo por comunistas y socialistas a los cuales lo único que les interesa es destruir al país? Desde el famoso “estallido social”, donde estas lacras denostaron a carabineros y reían con la destrucción de nuestra patria, creyeron que hacerse cargo del gobierno era un juego de niños. Estos entes no harán nada más que servirse de los chilenos bien nacidos, en los tres años que le quedan al zurdo, no veremos más que la debacle en la caerá Chile. Los colegios no pueden hacer toda la tarea que se espera de los líderes.

  2. Lorena, la violencia comenzó desde mucho antes… Por ahí en el primer gobierno de Bachelet. Solo que ahora se masificó como lo hacen las ratas en las alcantarillas, sean del sur o norte, de la costa o del cerro, de ricos o pobres, educación pública o privada.

    Solo se distingue la agresividad con la que se actúa.

  3. Partiendo de la premisa de que la educación comienza en el hogar, teniendo como profesores a los padres; difícilmente podría hacer algo al respecto, ningún gobierno. Por lo demás y lo creamos o no; esta situación que hoy nos aflige y que estamos viendo en todo el mundo, ya había sido profetizada detalladamente hace más de dos mil años nada menos que por el apóstol Pablo. Es espeluznante ver la gran precisión con la que retrató a la sociedad de nuestros tiempos, en una carta que le envió a un joven discípulo llamado Timoteo en el libro bíblico de 2 Timoteo 3: 1-5. Este texto bíblico y muchos otros más; son una base sólida para decir que en efecto…¡todo ya estaba escrito!

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