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jueves, 25 abril, 2024
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El único consejero oficialista en Antofagasta

“Mi opinión (sobre los 30 años de la Concertación) es más positiva pues nos permitió recuperar los años perdidos de crisis”: J.A. González, consejero independiente-RD

El académico de la UCN se presentó a la elección como independiente con cupo de Revolución Democrática (RD) y fue el único consejero que logró el oficialismo en Antofagasta. El doctor en Historia señaló estar en contra del aborto libre e indicó que "en algunas cosas me acerco a algunas posiciones de centro izquierda y en otras las miro con cierta perplejidad". Al momento de comparar el proceso actual con el anterior, dijo que "aquí no hay movimientos sociales, no está la lista del pueblo, hay un grupo de personas elegidas en menor número, pero que tengo la impresión de que está mucho mejor preparada que la anterior”.

Si el actual proceso para elaborar una propuesta de Constitución fracasa nuevamente, aquello se explicaría porque la necedad logró imponerse a la búsqueda de diálogo, reflexionó José Antonio González Pizarro. El doctor en Historia y académico de la Universidad Católica del Norte (UCN), el 7 de junio integrará el Consejo Constitucional como el único representante del sector oficialista que consiguió la victoria electoral en Antofagasta, región donde el Partido Republicano obtuvo los otros dos cupos.

De la Facultad de Ciencias Jurídicas de la UCN pasó a realizar su primera campaña política, la cual tuvo un resultado exitoso que lo ubicó como el segundo candidato más votado en la zona. Independiente con cupo de Revolución Democrática, sobre la predominancia de la derecha en el consejo declaró que “en política se ven cosas tan raras, lo que ayer adorábamos hoy lo podemos estar quemando”, confiando en que, a pesar del clima previo a los comicios, podrán superarse las diferencias pensando en la nación, ya que finalmente lo que busca este proceso es crear un país inclusivo, “donde todos tengamos un lugar y un quehacer”.

Para González, los 30 años de la Concertación, concepto que estuvo en debate tras el estallido social, a pesar de sus claroscuros tienen un balance positivo que permitió disminuir la pobreza y devolver a Chile al plano internacional. Respecto de la conjugación de sus convicciones y las del sector que entregó el cupo para desarrollar el trabajo constitucional a la hora de votar normas, el académico dijo que “en algunas cosas me acerco a algunas posiciones de centro izquierda y en otras miro con cierta perplejidad. Obviamente hay una convicción en que más allá de lo que uno pueda pensar, me inclino por el bien común. Lo que hay que buscar son los puntos de consenso, de diálogo, en que ofrezcamos no pensando desde el punto de vista ideológico ni en gustitos personales, sino que pensando fundamentalmente en cómo podemos llenar las expectativas de aquella gente que nos mandató para hacer una nueva Constitución”.

  • ¿Cuál es su mirada de los llamados 30 años de la Concertación?

La mirada no es autoflagelante, tampoco apologética, si no bastante empírica, porque se tomó un país que tenía una pobreza cercana al 45% y en una década y media se redujo a un 15% y volvimos al escenario internacional. Luego hubo un crecimiento económico junto con un desarrollo social que empezó a consolidar en las dos primeras décadas a la clase media con un estándar de vida que incluso superó a quien siempre fue nuestro referente, Argentina, que cayó en una crisis económica y social que perdura hasta hoy. En esta visión volvimos a ser un referente en la política en latinoamericana, sin pretender un liderazgo, pero sin duda, Chile fue el país que abrió los tratados de libre comercio, la conexión con el proceso de globalización de Asia con el océano Pacífico como eje vector. Y en esto podríamos señalar que nos quedamos cortos en tres aspectos: el reconocimiento constitucional de los pueblos originarios; la ausencia de un planteamiento estratégico de los recursos naturales, con una explotación que no consideró el medio ambiente ni la industrialización del país para no solo depender de estos recursos y un tercer aspecto fue el olvido de que por más que tengamos el progreso económico social, estamos situados en América Latina. En mi opinión tuvimos una distancia psicológica y social Con América Latina que nos provocó un aislamiento emocional y que nos llevó a ser mirados con cierta soberbia o ser tildados de arrogantes.

Estas son las críticas, pero también no fomentamos la educación pública como debió ser en el sentido de la calidad, que los liceos pudieran homologar la educación privada y, por otro lado, nos descuidamos con una generación de universidades privadas sin mayor regulación. Hay excepciones notables, como las universidades de los Andes, Diego Portales, Alberto Hurtado o la Andrés Bello, pero hay otras que provocaron en cierta forma un engaño a los estudiantes y donde debía intervenir un mecanismo. A esto se sumaría que nos quedamos cortos con un proceso de regionalización, después de la comisión nacional de reformas administrativas de 1976, hemos avanzado muy poco en lo que se esperaba del proceso de regionalización.

En mi opinión, esta es la visión de claroscuro sobre los 30 años, que en general, sin duda es más positiva porque nos permitió recuperar los años perdidos de crisis.

  • ¿Qué postura tiene respecto de la minería?

La historiografía económica revisa de manera más crítica toda esta visión que tuvo con la industria salitrera que, según los últimos estudios, permitió una mayor inversión del Estado en materia de obras públicas y educación. Incluso para algunos, se hizo mucho más respecto de lo que se ha hecho con las utilidades del cobre. El drama es que no hemos aprovechado para poner un mayor valor agregado a la industria minera de productos más elaborados y lo mismo nos pasa con el litio. Recuerdo que, en la década del 90 en la Universidad Católica del Norte, un investigador del área química, el doctor Carlos Contreras, sugirió la idea de baterías de litio, pero nadie lo tomó en cuenta, ni el gobierno ni la universidad. Esa mirada más promisoria, de visión de futuro ha sido miope en una estrategia fundamentalmente con los recursos mineros que deberían plantearnos una combinación entre el Estado y las universidades para potenciar ese desarrollo estratégico, como ocurre en Corea del Sur o en Japón.

Deberíamos revisar de qué manera podemos fomentar este ciclo del cobre que ha empezado a repuntar y el nuevo ciclo que se inicia con el litio frente a las posibilidades regionales.

  • ¿Cuál es su posición sobre el aborto libre?

Me opongo, no soy partidario del aborto libre. En mi opinión tenemos que ver el derecho a la vida y estoy de acuerdo con lo que se ha consensuado en el Congreso que, en algunas situaciones de las tres causales, es admisible frente a una situación de riesgo de vida llevar a cabo el aborto. Pero el aborto libre, sin mayor regulación, para nada.

  • ¿Los ahorros previsionales deben ser administrados por el Estado, permanecer siempre como propiedad de los trabajadores o buscar un sistema mixto?

Me inclino, por la experiencia que uno ha visto en el mundo europeo, que tiene un Estado de Bienestar Social que se estableció hace 50 años y hoy están abriéndose a los seguros privados, con una proporción de 10% a 12%. El tema fundamental es la tasa de natalidad, nosotros no tenemos cohortes de reemplazo de la pirámide demográfica y, por consiguiente, un sistema que aparece como distributivo y donde la premisa es ese triángulo demográfico para la solidaridad intergeneracional, lo veo un tanto difícil en nuestro país. Y no solo por el escenario constitucional que se planteó, sino que el tema es si podemos combinar sistemas de cobertura de seguridad social del Estado para todos, pero dejando, en mi opinión, cierta electividad para aquellos que por distintas razones optan por un sistema privado. Pero el Estado debería tener esta cobertura general de derechos por lo menos en las situaciones básicas, lo que se llama la previsión social.

  • ¿El trabajador debería tener la posibilidad de elegir?

Creo que sí. Aquí hay dos escenarios que no estaban totalmente definidos hace dos años. En primer lugar, se destruyó el mito de que los dineros en las AFP no eran de los trabajadores y frente a eso tienes la cruda realidad de que las pensiones de jubilación de ese sistema son realmente miserables. Por consiguiente, hay que ver que una persona que ha entregado toda su vida útil al crecimiento de la riqueza, a provocar el desarrollo del país, no puede irse casi en la indigencia. Ahí es donde está el tema más o menos coyuntural, la Pensión Garantizada Universal es una cosa inmediata, pero esto implica una discusión más técnica y no puede ser tan ideológica, partiendo desde la base que la tasa de natalidad no es la óptima, porque hay que ver la factibilidad de cómo cubrir las necesidades de la gran mayoría que no tiene en este momento posibilidades de una jubilación más o menos digna. Creo que tenemos que mirar los ejemplos europeos buscando fórmulas que permiten hacerse cargo de la realidad, de lo fáctico, la existencia de este sistema previsional privado y, por otro lado, la cobertura que plantea el Estado. Pero es un tema técnico y hay un dato que no se divulga, tenemos 600.000 chilenos que desde 1990 se van anualmente del país y eso equivale al 3,3% de la población. Si tenemos esa fuga que, fundamentalmente es gente joven, sub-40, la entrada de inmigrantes que ha sido de 1,8 millones solamente ha cubierto tres años de esta despoblación. En ese contexto, la migración no solo es positiva en términos generales, sacando la migración irregular o la delincuencia que se puede asociar, y debemos discutir cuáles son las probabilidades de tener en nuestro país un sistema que no fracase en una deuda pública por parte del Estado que supere toda la capacidad de poder recuperarnos. El tema es técnico, pero pensando en el bienestar general de la población y con datos que sean debatibles en términos de si es viable. Desde un punto de vista ético debemos hacer todos los esfuerzos para compensar todos los años de la persona que se están retirando de la vida útil, ya que tenemos un 18,6% de población adulto mayor de 60 años y necesitamos hacerles un reconocimiento, pero, sin que esto no sea pobreza o hambre para mañana.

  • ¿Qué pasará en los casos donde su convicción personal no coincida de manera plena con la del sector político que le dio el cupo para el Consejo? ¿Cómo se definirá su votación?

Para tranquilidad mía y de los que me votaron, hice la presentación de una propuesta que son 21 páginas en las que me asesoré con distinguidos amigos que son doctores en Derecho, en Economía y en la literatura especializada que he consultado en estos años. Por consiguiente, en algunas cosas me acerco a algunas posiciones de centro izquierda y en otras miro con cierta perplejidad. Obviamente hay una convicción en que más allá de lo que uno pueda pensar, me inclino por el bien común. Lo que hay que buscar son los puntos de consenso, de diálogo, en que ofrezcamos no pensando desde el punto de vista ideológico ni en gustitos personales, sino que pensando fundamentalmente en cómo podemos llenar las expectativas de aquella gente que nos mandató para hacer una nueva Constitución.

  • ¿Se autodefiniría como progresista, concertacionista o qué concepto lo cobija mejor?

Soy de sensibilidad de centro izquierda, la experiencia que viví en Europa es que la sociedad más armónica es la escandinava que, fundamentalmente, se basa en una matriz socialdemócrata. Y eso te lleva dos cosas, que lo que uno aspira es dejar ciertos derechos sociales y podemos discutir cuál será la mirada de la conformación del Estado social, si es bajo la fórmula del modelo alemán, escandinavo o una forma más inglesa. Pero lo que no podemos hacer es no cubrir las expectativas de una población que ve con cierta alarma que la salud no llega tan bien en calidad sus casas y si tenemos una línea de base de cobertura de estos derechos, la discusión que continúa es quién es el buen administrador de manera eficiente y eficaz de los recursos del Estado.

  • ¿Está conforme con un trabajo constitucional con bordes como el de la comisión de expertos o preferiría una hoja en blanco?  

El anterior proceso fue un fracaso, tuve mis críticas, vi algunas cosas que eran interesantes, pero había otras que realmente no las mastiqué. Y en ese sentido fue una pérdida de confianza pública respecto de lo que posiblemente era una muy buena alternativa, por primera vez había una convención originaria en términos de que la soberanía estaba representada, pero la atención se desvió hacia temas que no eran los que reclamaba todo el espectro político de manera razonable. Se plantearon cosas que incluso pusieron en tensión la misma concepción de nacionalidad o de ciertos emblemas, que son aspectos muy queridos por la población en cuanto a su imaginario social. El no respeto de los emblemas o los símbolos fue sencillamente un desacierto, por decirlo suavemente.

Ahora nos encontramos con que ya tenemos un borrador, que tampoco es de todo mi agrado por dos razones fundamentales, no puedes abofetear a la ciudadanía en que una población como Santiago que alberga el 45% elija cinco electores, se traduce virtualmente en que 1,5 millones eligió un representante, cuando hay regiones que no tienen esa población, como el Biobío y van a elegir los mismos delegados, hay algo que suena un poco anómalo. Eso puede ser aprovechado por las regiones y se elabora de manera prudente y razonable alguna situación de enfatizar aún más este proceso de regionalización dentro de un Estado unitario. Pero ya encontramos esta visión de que las cosas pudieron plantearse de otra manera, pero en la realidad misma, la comisión tiene un cierto tutelaje que puede ver la admisibilidad o no y ese no era el mejor de los mundos que uno esperaba. Sin embargo, todo esto fue consecuencia de los desaciertos de la anterior convención.

Lo que tenemos que ver es cómo logramos, en un breve plazo de cinco meses, entregar un texto que será plebiscitado por la ciudadanía, que ya tiene un documento de trabajo elaborado y del que tenemos que manifestarnos. La diferencia con el otro proceso es que ahora todo el mundo conoce lo que se está discutiendo, lo que antes ocurría gota a gota y casi de manera extraoficial. Un error garrafal fue que los medios de comunicación debieron estar presentes para informar, independiente de la visión casi de prejuicio que uno pueda tener sobre ciertos medios, pero aquello es libertad de expresión. Por eso espero que en este proceso realmente estén presentes, todos, para que den a conocer cómo hoy está dándose la discusión y donde la certidumbre está en los 12 bordes que se acordaron previamente.

  • ¿Qué aspectos cree que urge estén presentes en una nueva Constitución?

Lo que más preocupa es la salud, la previsión, la educación y la vivienda.

  • ¿Cómo podrían establecerse puntos de unión con la derecha que tendrá mayoría en el Consejo Constitucional?

En política se ven cosas tan raras, lo que ayer adorábamos hoy lo podemos estar quemando. Uno puede fiarse de la retórica que en un momento de ebullición política puede aglutinar desde el punto de vista ideológico, pero cuando te presentas a la realidad totalmente más apacible, tienes que pensar fundamentalmente en el país y se pueden lograr cosas. Este es un país de sorpresas y ya no creo en la singularidad chilena, porque hemos tenido cosas que eran impensadas y ocurrieron. Pero hay una situación en la que como decía Gabriela Mistral, tenemos voluntad de ser y eso implica que podemos superar las diferencias pensando en la nación. Creo que en eso hay un ánimo de cierto patriotismo, porque al final es cuál es el país que queremos crear y debe ser inclusivo, donde todos tengamos un lugar y un quehacer. Si fallamos en esto será algo en lo que realmente cundió más la estulticia que la búsqueda de diálogo.

  • ¿Qué errores que cometió el fracasado proceso anterior deberían evitarse en esta oportunidad?

Aquí no hay movimientos sociales, no está la lista del pueblo, hay un grupo de personas elegidas en menor número y tengo la impresión de que está mucho mejor preparado que el anterior. En ese sentido, cuando el grupo es menor es mucho más fácil dialogar, aun cuando a priori puedan verse posiciones totalmente adversas. El diálogo, la experiencia (del fracaso anterior) y el mandato de observación que tiene la ciudadanía exige el deber de lograr un acuerdo sí o sí.

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