Sin duda que el proyecto Recepción, Acopio y Embarques de Concentrado bautizado simplemente como Galpón por la comunidad, puso de manifiesto una duda enorme entre quienes vivimos en esta ciudad y sobre temas tan importantes como son la contaminación, la importancia del puerto y el efecto que tiene la minería, nuestra principal industria en la comunidad.
Pero, ¿dónde está la discusión de este tema?. Si está en la contaminación, de la que se ha hecho un festín tras ser recopilado de forma copiosa frente al puerto, ¿no se debe hacer lo mismo en las cercanías del edificio edilicio, donde el polvillo tiñe de negro cada una de las casas?, ¿no se debe hacer frente a la plaza de los Eventos, donde también el polvillo convirtió en plomizos los departamentos?. Y sobre todo, ¿no se debe hacer pensando en los efectos directos en la gente como es la medición de material particulado?.
Sobre eso no hay discusión, aún cuando miles de antofagastinos aguardan una estación de medición en medio del humo nauseabundo de un basural que se niega a salir del radio de la ciudad.
Las causas de la contaminación, cualquier sea, deben ser determinadas y debemos llegar al origen de todo esto por cada uno de los antofagastinos que ha hecho de esta ciudad su hogar, incluso es más, si fuera el puerto un factor importante de esta contaminación, se debe hacer lo necesario para mejorar los procesos y llegar a ese equilibrio que nos permita seguir siendo la puerta de salida de una región que seguirá haciendo del cobre su principal fuente de ingresos.
Somos una región minera y son precisamente esas cargas las que seguirán saliendo por el único puerto estatal de la Región de Antofagasta. Por esto, el foco de la discusión debería estar en cómo este puerto con más de cien años de historia, se inserta en esta nueva ciudad. Ahí está el desafío y el proyecto de Sierra Gorda y en particular el puerto de Antofagasta pudieron haber dado una respuesta en esa dirección.
Antecedentes existen para pretenderlo. En once años de historia, Antofagasta Terminal Internacional no ha tenido ni un solo capítulo de contaminación asociado a sus operaciones en este terminal. Y eso se manifiesta con un cuidado que fue premiado, por innovar, precisamente en un área que para nadie es fácil.
Pero este récord no es casualidad. No podemos esconder nada. Estamos ubicados frente a un gran número de oficinas y edificios que nos franquean y nos supervisan las 24 horas del día, sin cesar y realmente queremos que esto siga. Pues es esta misma fiscalización nos permite estar seguros de nuestros procesos, de nuestros esfuerzos.
Sin embargo, para llegar allá, se debe pasar el desierto, se debe hacer un ducto cuya instalación de por sí, es mucho más contaminante que una línea que lleva más de cien años haciendo el mismo recorrido. Y esto es sin contar que cualquier terremoto, faena o simplemente error humano puede dejar salir esta emulsión y contaminar un área que nadie sospecha de qué magnitud podría ser.
Cuando se habla del galpón se imagina un demonio azul que va a matar a todo aquel que se acerque. Sin embargo, la realidad es directamente proporcional al tamaño de esta imprecisión. El galpón es la parte intermedia de un proyecto que buscaba terminar con diversos problemas que hoy se pueden ver en todo Chile.
La presión negativa tiene la cualidad de encerrar cada una de las partículas que quedaran dentro de este recinto, sus correas transportadoras selladas garantizaban el traslado interno sin emisiones de ningún tipo de dudas y los filtros permiten asegurar que nada iba a salir a la atmosfera. En definitiva, un proyecto que de forma real, pretendía aportar a una industria que seguirá los pasos en la dirección que sólo la comunidad le permita dar.
Hoy el galpón aparece detenido, con sus ingresos tapiados y con los ojos puestos en una determinación que se tomará a un par de miles de kilómetros al sur. Tenemos el desafío de obtener la licencia social que podría dar luz verde a este proyecto, pero esa misma licencia, debe ser tomada pensando en cada uno de los factores que han convertido a esta ciudad en al verdadera capital del norte de Chile, sino, nada de esto habrá valido la pena.
De ser negativo el fallo, se perderá una inversión de 48 millones de dólares y la posibilidad de avanzar en un proceso de balance que involucra a dos palabras tan importantes como intrínsecamente presentes en estas tierras: Minería y Comunidad y dejará la sensación de la fractura o debilidad de la institucionalidad medio ambiental, la que una vez que otorga los permisos, quedan sin efecto por una determinación de la Corte Suprema.
Siendo de esta manera. ¿Acaso los proyectos debieran pasar primero por la Corte Suprema para su aprobación final?. Esa es la respuesta que deben dar las autoridades en el futuro más inmediato, de manera tal que los proyectos no estén expuestos a riesgos de evaluaciones que incorporen los tribunales de justicia, dándole su propia soporte y credibilidad a la tan denostada institucionalidad medio ambiental.
Última Hora
COMPARTE ESTA NOTICIA