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viernes, 19 abril, 2024
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Poder efímero 

"El urgente y necesario sueño de un Chile más justo puede colapsar entre los anhelos adolescentes de algunos santurrones revestidos de un poder efímero que todavía no parecen haber comprendido, ni en su forma, posibilidades y menos objetivos. Es verdad: a veces un tonto o ignorante puede causar más daño que un malvado", Víctor Toloza Jiménez, Comunicaciones UCN

La Convención Constitucional, o, más precisamente, algunos de sus integrantes, se han empeñado en empeorar la imagen de una de las instituciones más relevantes del último medio siglo en el país. Todo a punta de errores no forzados y porrazos y en absoluto por la acción de terceros, ya que nadie podría sostener que esas mayorías están amenazadas por la pírrica oposición que tienen al frente.

La imagen de la constituyente ha caído sostenidamente mientras avanza el tiempo, algo que parte de sus miembros vincula con las críticas de algunos medios y el desconocimiento que la ciudadanía tendría de su trabajo.

Es una explicación floja, complaciente y errada.

Pero que sea malo para ellos es -y esto es lo delicado- es paupérrimo para Chile.

Hace algunos meses escribí que esta instancia debía tener unos meses de reconocimiento mutuo entre sus integrantes, pues, mal que mal, se trata de una dimensión tan inédita y compleja, en especial por la presencia de sectores históricamente postergados.

Pero el tiempo pasa y no perdona. A esta altura supongo que todos se han olido y tocado, conversado y reído, pero las desconfianzas siguen tan vivas como siempre. Lo que es peor, se dio paso a la revancha, al objetivo de anhelar la demolición de aquello que huela a los últimos 30 años (los mejores del país, vale la pena insistir). Incluyendo el desarrollo privado en la minería nacional, los derechos de agua y veremos qué otras ocurrencias más.

Se suma ese cierto desprecio por la libertad de opinión, con la divergencia, para lo cual -¡cómo no!- se vuelve sobre el viejo sueño de cautelar lo que se diga o piense, mediante una instancia, estatal, por cierto.

Honestamente, ni en los peores momentos, pensamos caer en un ruido absurdo y ramplón como el observado a ratos. Con ideas que nada tienen que ver con el futuro ni la historia nacional reciente.

El vacío cultural de Chile otra vez queda revelado con el hecho de proponer ideas agotadas y absurdas.

Es cierto, aún hay tiempo para enmendar una labor que debiera ser más sencilla y cimentarse primero en la necesidad de aceptar el pensamiento que duele o molesta, porque en la diferencia se erigen sociedades mejores y más sólidas.

El péndulo político chileno corre veloz de izquierda a derecha y eso no puede olvidarse. Encima, apenas basta ver el mundo para ver que estamos ingresando a una era distinta, donde la realidad nos golpeará de lleno si no somos capaces de prepararnos para ello, lo que no pasará por más o menos artículos en la Carta Magna.

El urgente y necesario sueño de un Chile más justo puede colapsar entre los anhelos adolescentes de algunos santurrones revestidos de un poder efímero que todavía no parecen haber comprendido, ni en su forma, posibilidades y menos objetivos. Es verdad: a veces un tonto o ignorante puede causar más daño que un malvado.

Es de esperar que las mayorías hagan su trabajo y así avancemos en curar las heridas de un país que sigue dividido, pero que tiene, en lo fundamental, un enorme camino abierto de posibilidades para todos.

Dejar los determinismos del pasado y gestar un horizonte donde quepan todos, es una cuestión de sensibilidad, voluntad y racionalidad, tres detalles que escasean en algunos liderazgos del Chile de hoy.

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