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martes, 3 diciembre, 2024
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Profesores, migración y multiculturalidad en la sala de clases

Es común en nuestro país escuchar constantes críticas relacionadas con la labor docente en nuestras escuelas, sintiendo en ocasiones que es más fácil culpar al profesor por todos los males que aquejan a la educación, por sobre comprender la mayor complejidad que significa el proceso educativo.
Contrario a esa tendencia, en la presente columna deseo enfocarme en los aspectos positivos respecto a la labor docente en atención a un fenómeno que es muchas veces tratado con desinformación e irresponsabilidad por algunos sectores de la sociedad y medios de comunicación chilenos: la migración y multiculturalidad en la sala de clases.
De acuerdo a los resultados arrojados por el reporte The Resilience of Students with an Inmigrant Background (2018), publicado por la OCDE, el balance de los profesores chilenos en el proceso de integración de estudiantes migrantes exhibe resultados positivos. Por ejemplo, los resultados exhiben que no hay diferencias significativas en la percepción de trato injusto por parte de los profesores entre estudiantes nativos y migrantes, presentando un comportamiento más bien neutral frente a estas diferencias.
Este resultado es positivo, considerando que países como Brasil o México muestran más de 15 puntos de diferencia en este indicador, lo que se traduce en una tendencia hacia un trato discriminatorio de los profesores en base al status migrante del estudiante. En este mismo reporte, se detectó que los profesores chilenos ligados con las áreas de ciencias, son altamente activos en la entrega de retroalimentación a los estudiantes migrantes, a la par de profesores de países tales como Bélgica, Francia, Dinamarca, Singapur o Alemania, fomentando estrategias de soporte que, a la vez, exhibieron un impacto positivo en otros factores medidos en los estudiantes migrantes, tales como el sentido de pertenencia a la escuela, satisfacción con la vida y motivación de logro.
Estos resultados concuerdan con el estudio desarrollado por Morales, Sanhueza, Friz y Riquelme (2017), donde se exploró la sensibilidad intercultural de profesores chilenos trabajando con población migrante. Los autores identificaron que el 70% de los docentes indicaron agrado de interactuar con otras culturas, un 76% exhibió satisfacción por conocer y aprender de personas de culturas diferentes y un 92% apoyó la afirmación de que todas las personas son valorables e importantes, sin importar su nacionalidad. Una de las conclusiones del estudio indica que, aunque moderada, en general los profesores exhiben una tendencia positiva de sensibilidad intercultural.
Para muchos estudiantes migrantes, la escuela se constituye en uno de los espacios de integración más relevantes, siendo el puente entre su propia cultura y el contexto local. Esta función de puente es recalcada en el artículo de Joiko y Vásquez (2016) indicando la relevancia del eje familia-escuela en el proceso de integración multicultural en Chile.
Es en este sentido, desde mi propia experiencia personal en el desarrollo de proyectos de formación del profesorado en la Universidad Católica del Norte, pude ser testigo en de los amplios esfuerzos generados por docentes de diversas comunas de la región de Antofagasta, que, entendiendo esta función de puente cultural, exhibían una destacada preocupación por impulsar iniciativas de integración entre el estudiantado nativo y migrante.
Destacaba por sobre todo la comprensión de los beneficios de una sala de clases multicultural, y los impactos positivos que esto pudiese generar en los procesos de aprendizaje y en el desarrollo personal de los estudiantes en el largo plazo, en la línea de lo planteado por el filósofo ingles H. Brighouse (2001).
Pero, bajo este escenario, sería un grave error sobreestimar el rol docente y descansar en que serán ellos los que lograran llevar a cabo por si solos el proceso de integración multicultural del estudiantado, en un país donde, según la CEP (2017), el 50% de los chilenos afirma que la población migrante no debería tener los mismos derechos que los ciudadanos nacionales.
Como indica el Dr. Paniagua del Centro de Investigación e Innovación Educativa CERI de la OCDE, no debemos caer en la visión de ver al docente como una especie de superhéroe resiliente, refiriéndose a la forma en que premios como el Global Teacher Prize, caricaturizan el perfil de lo que entendemos como “buen” docente.
El peligro de esta visión radica en que justifica y hasta promociona que el docente puede lograr buenos resultados a pesar de todas las dificultades, necesidades y precariedades a la que se ve enfrentado. Considero que el objetivo debería ser promover todo lo contrario, en el sentido de incentivar escenarios de soporte desde la institucionalidad y la política pública que permitan brindar las condiciones óptimas y necesarias para que los profesores puedan enfrentar estos complejos desafíos educativos en un escenario favorable y virtuoso.
Este llamado de auxilio queda evidenciado en el Teaching and Learning International Survey (TALIS) del 2013, donde 24,4% de los docentes chilenos encuestados situó como necesidad crítica la formación profesional en multiculturalidad para el proceso de integración de estudiantes migrantes, siendo la segunda temática más relevante de las 14 consultadas por el estudio.
Esto corrobora nuevamente los resultados del estudio de Morales y sus colegas, donde se indica que un 56% de los profesores presenta dificultades para comunicarse con personas de otras culturas y un 50% percibe menor confianza en sus propias habilidades para comunicarse con extranjeros.
Los autores concluyen que, en orden de promover un cambio estructural sustentable, los docentes deben ser entrenados en temáticas tales como comunicación intercultural y habilidades emocionales, que les permitan tener las herramientas necesarias para incentivar ambientes de respeto, apreciación por las diferencias, empatía y aceptación.
Lo anterior, con tal de generar un cambio no sólo enfocado en acciones superficiales o extraprogramáticas, sino que influya directamente en el corazón del proceso educativo, o dentro de lo que City y Elmore denominan el “Núcleo Pedagógico”.
En este sentido, es un desafío relevante, no sólo desde las direcciones de los establecimientos, sino también desde las autoridades municipales, regionales y nacionales en educación, continuar activamente fortaleciendo y extendiendo las áreas de soporte al cuerpo docente en esta temática, con tal de apoyar el trabajo de puente cultural realizado por profesoras y profesores tanto en la región de Antofagasta, como en el resto del país.

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