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domingo, 8 diciembre, 2024
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Resultados PSU: El egotismo anti-social de la educación chilena

En 1943, el destacado historiador y economista inglés R.H. Tawney, en uno de sus ensayos sobre el dilema de la educación pública en el Reino Unido, utilizó el concepto de egotismo anti-social para referirse a la utilización que hacen algunos individuos de sus ventajas socioeconómicas en orden de asegurar privilegios especiales para ellos y sus hijos, en desmedro del bien común, bajo el marco de una supuesta promoción de sus libertades individuales.
Lo anterior es similar a los conceptos acuñados años más tarde por Bourdieu sobre los campos sociales, delineando cómo la distribución del poder o capital, no sólo económico, sino que también cultural y social, estructuraban complejas redes de influencia-dominación dentro de la sociedad. El sociólogo francés, al igual que Tawney, indicaba que la lucha por los beneficios generaba, en las sociedades particularmente inequitativas, ordenaciones restrictivas en donde sólo ciertos segmentos de la sociedad podían acceder a estos privilegios, reproduciendo y perpetuando con esto la estructura social dominante.
Hace algunas semanas se dieron a conocer los resultados de la Prueba de Selección Universitaria (PSU), generando nuevamente la reiterada polémica sobre la inequidad del test. Más allá de cómo su diseño y aspectos técnicos afectan a ciertos segmentos de estudiantes diferencialmente – situación que fue estudiada hace años por diversos investigadores, como Koljatic y Silva –, me quiero enfocar en cómo la inequidad no se inicia ni termina con la PSU y como sus resultados son más bien un síntoma de una depredadora segregación que viene de mucho más atrás.
En una publicación de Fundación Sol, basada en datos publicados por El Mercurio, se exhibían los 10 mejores colegios en resultados PSU. El cuadro daba a conocer como 9 de los 10 establecimientos, que eran de carácter privado, presentaban colegiaturas con valores prácticamente prohibitivos para la gran mayoría de los chilenos, que podían ir hasta más de $6.000.000, sin contar otros cobros (como incorporación y matricula).
En este simple ejemplo, vemos como los postulados de Tawnley y Bourdieu se hacen carne respecto a la protección en el acceso a los privilegios a través del poder o capital. En un estudio ejecutado por Valenzuela, Bellei y De Los Ríos (2014), sobre segregación y el mercado educativo, se concluyó que los colegios privados en Chile presentaban niveles considerados de hiper-segregación en la distribución socioeconómica de sus estudiantes.
Asimismo, en un estudio de Canales, Bellei y Orellana (2016), se concluyó que las motivaciones de elección de colegios privados en segmentos medios y emergentes tendrían un factor mayormente de orden social o clasista, buscando alejarse de grupos socioeconómicos vulnerables.
Por su parte, Thieme y Treviño (2011), en su estudio sobre las imperfecciones del mercado educativo, concluyeron que, en familias de los quintiles más altos, la real utilidad de la selección de colegio estaba vinculada con elementos tales como el nivel socioeconómico de los pares y el tipo de colegio.
A su vez, en los quintiles menores, se mostraba una mayor orientación a la elección en base elementos prácticos, como la distancia. Irónicamente, aspectos relacionados con calidad, como puntajes SIMCE o calidad docente fueron relegados a grados de menor relevancia.
No es casual que el efecto discriminatorio de la PSU vinculado con la correlación entre nivel socioeconómico y desempeño, también pueda verse reflejado en otras pruebas nacionales, como SIMCE, o en mediciones internacionales, tales como PISA (OCDE) y las pruebas comparativas en educación aplicadas por UNESCO.
Según el filoso político inglés, H. Brighouse (2001), el acceso que pueda tener el estudiante a la interacción con un amplio rango de personas de diferentes trasfondos socioculturales beneficiará directamente su aprendizaje, potenciando su desarrollo tanto académico, como personal.
Pero pareciera que en Chile el foco no es el acceso a una experiencia educativa de calidad, sino más bien a un juego de orden clasista, donde algunos cuidan y perpetúan beneficios, mientras otros, sin herramientas para jugar, quedan en total desventaja o, lisa y llanamente, fuera del tablero.
La experta en educación de la Universidad de Cambrigde, D. Reay (2012) plantea que, en el Reino Unido, la educación privada es el principal medio para la perpetuación del elitismo y división social, que posteriormente se proyecta en la educación superior. En este punto, la pregunta que subyace es ¿Existe algún instrumento viable para la selección universitaria que no termine finalmente reproduciendo la segregación e inequidad existente no solo en el sistema educativo, si no que en la sociedad chilena en general?
Responder a esta pregunta permitiría, de alguna forma, entender dónde se deben poner los esfuerzos, atacando las causas y no los síntomas del problema.

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