Cada época tiene sus referentes culturales que responden tanto a las inquietudes que agitan a las generaciones como a las condiciones socio-económicas que envuelven a una sociedad determinada. Así, las peñas folklóricas no pudieron prender en la década del 90, por más esfuerzos que su puso por preservar una instancia de sociabilidad anterior a la década del 80. Los pubs y las discotecas dieron mayor sentido identitario a una generación que adhería a nuevos valores y sentido de pertenencia.
El libro de Jorge Vallejos Bernal, constructor civil y animador de la gesta folklórica de la Universidad del Norte, intitulado Tambo Atacameño. Historia profunda de un fenómeno cultural, recupera un trozo formidable de la historia cultural de la universidad más relevante del Norte Grande, pero que se entrecruza con el desvelamiento de uno de los símbolos identitarios regionales, como ha sido el legado andino, en este caso, la de sus manifestaciones musicales plenas (desde los instrumentos, cantos, bailes hasta el rescate de leyendas de la precordillera correspondiente a la hoya andina).
No fue una tarea fácil la conformación del COFUN, el célebre Conjunto Folklórico de la Universidad del Norte, en la década de 1960, como tampoco ha sido la rigurosa recopilación de antecedentes variados llevado a cabo por Vallejos Bernal, para entregarnos un volumen pleno de fotografías, letras y un texto que interpreta la génesis, desarrollo y desaparición, que envuelve los años 1961-1980. Y se rescata, una figura femenina que había estado olvidada, la de Patricia Vergara Gana, que puso los cimientos del COFUN, en 1961, y que poseía no solo la energía sino una mística folklórica, surgida con su amistad con Violeta Parra, y que nuestro autor se encarga de valorarla en todos sus méritos. No olvida de mentar Vallejos Bernal, los otros dos directores del COFUN, Miguel Politis Jaramís, entre 1961 a 1971, y el propio Jorge Vallejos Bernal, desde 1971 a 1980, con un año adicional de “exilio cultural”, consigna.
Hay una narración que nos envuelve con los personajes que fueron parte integrante del COFUN, y aquellos que fueron coetáneos y dan su testimonio por lo que significó el COFUN y el Tambo, en el horizonte de una ebullición cultural, que más tarde sería refrendada por otros conjuntos musicales, Inti Illimani o el Quilapayún, que asumieron la vestimenta y los signos andinos en sus presentaciones como en las grabaciones en diversos sellos editores. Importante son los parágrafos donde se rescata la vinculación, de los ex alumnos del Liceo de Hombres, con el COFUN, con los integrantes de ILLAPU, formado en 1971. Como también, el periodo donde el TAMBO, entre 1967 a 1981, constituyó la instancia de presentaciones musicales. Una idea de Miguel Politis y José Miguel Aguirre, que funcionó en calle José Santos Ossa, donde la música era acompañada por comidas con ingredientes andinos. En 1974 surgieron las Estudiantinas.
Toda la década de 1960 hasta 1973, esta cruzada por la agitación política y los proyectos globales de Eduardo Frei Montalva y Salvador Allende, como también de la adscripción de los sones y estilos que identificaban a las fuerzas de derecha- con el Neofolklore, graficado en el famoso grupo de Los Cuatro Cuartos- y con fuerzas de izquierda, la Nueva Canción Chilena. Es un tiempo de cambio en la “Norte”, desde los rectores jesuitas hasta el rector laico, Miguel Campos, mantuvieron las intensas las labores de extensión cultural universitaria , teniendo una inflexión en 1967, con la incorporación del Canal de TV 3 de la Universidad del Norte, para aunar esfuerzos de llevar la cultura hacia todos los rincones, con la revista NORTE, la Radio, las Escuelas de Temporadas, etc. Ese era el espíritu universitario de vincular a la institución de la “conciencia crítica de la nación” con las necesidades y expectativas de la ciudadanía.
Vallejos reconoce en los rectores delegados de la dictadura, de 1973 a 1980, el respeto hacia el Conjunto Folklórico, hasta que desaparece en el año crucial de 1980, cuando se promulga la nueva Constitución Política, y la Universidad del Norte se jibariza, al hacer desaparecer las pedagogías y la potente Facultad de Ciencias Sociales, que habíase iniciado en 1966, con el Instituto de Ciencias Sociales, cuya historia ha sido recogida en el libro Los saberes del hombre en el Norte, tomo I.
Las investigaciones folklóricas llevadas a cabo, principalmente por José Miguel Aguirre, fueron el correlato de ir descubriendo el rico venero andino y difundiéndolo a nivel nacional e internacional, abriendo una senda que puso a la Universidad del Norte, en una vinculación telúrica con todo lo que rodeaba el paisaje, las etnias y las culturas existentes en la tórrida geografía. Detrás estaban las investigaciones arqueológicas en San Pedro de Atacama, las de las salitreras en Arica y en Antofagasta, donde se destaca el relieve de la figura de Oscar Bermúdez Miral, etc. Y esto, se refrenda en las mociones del primer claustro universitario, en 1968.Era lo que declaró este primer claustro universitario, la “función social” por medio de la extensión universitaria, como “creadora de cultura”. La personalidad de Andrés Sabella se disemina en todos los rincones universitarios y la geografía chilena llevando la representación de la Universidad del Norte.
La obra nos describe los debates en torno a la calificación o adjetivos que mereció la divulgación de la música andina, entre xenofobia y discriminación en el capítulo 9 que, empero, con todos los datos que nos aporta, queda descontextualizado por el trasfondo de la ruptura de relaciones diplomáticas entre Chile y Bolivia en 1962, lo que ahonda esta sinonimia entre boliviano, altiplánico y lo andino, desde Santiago y desde la propia Antofagasta, envolviendo con tales adjetivos, el folklore nortino y la religiosidad popular mariana con los santuarios La Tirana y Ayquina, como lo hemos examinado en un capítulo recogido en el libro Del hito a la apacheta. Bolivia-Chile: Otra lectura de cien años de historia transfronteriza (1904-2004). Y una observación: la polémica no se enciende en 1970, sino en 1958 con un artículo del director de El Mercurio de Antofagasta, Hugo Silva, y prosigue con fuerza en 1968.
Cuando un volumen se centra en los pormenores, queda sujeto a omitir y cometer errores. La periodista María Ferrada Cáceres, cultora de la música pascuence (p.134), era una destacada profesional de la revista “En Viaje”, que entre el 24 y 27 de octubre, impartió un curso integrado de cuatro clases, en calle Prat 858, gestionada por el Departamento de Extensión y Acción Universitaria, a cargo de Miguel Politis Jaramís. El curso no fue exclusivo para los miembros del Tambo sino a todo público.
La compleja red de autoridades universitarias de comunicaciones, extensión y relaciones públicas (pp.196-197), no refleja de modo fidedigno las personas que la ejercieron. A modo de ejemplo: en 1966 fueron directores del Departamento de Relaciones Públicas, Sohel Riffka Bardaweel, marzo (firmando como Director de Relaciones Públicas y Desarrollo Universitario), reemplazado por Miguel Politis Jaramis, hasta agosto; Haroldo Zamora Quiroz, el 15 de octubre, y Orlando Morales González, a partir del 31 de octubre de 1966. La figura de Sohel Riffka fue casi omnipresente en la década de 1960, como Vicerrector de Relaciones (sic), estructuró el Departamento de Extensión y Acción Universitaria, a cargo de Haroldo Zamora, y subdirector a Miguel Politis, y el Departamento de Relaciones Públicas, bajo la dirección de Orlando Morales.
Aun con estas observaciones, el volumen de Vallejos Bernal nos lleva a un tiempo en que la preocupación socio-cultural, ocupó un lugar importante en el quehacer universitario, contribuyendo a desentrañar canteras donde fuentes de nuestra historia- como el pasado salitrero y atacameño- se unificaba con la búsqueda respetuosa del patrimonio conservado en los villorrios andinos de Antofagasta y Tarapacá.
El libro nos convoca con nostalgia hacia lugares y personajes, que merecen nuestro reconocimiento y admiración por lo alcanzado, donde ilustres y señeros nombres de nuestro panorama musical y folklórico de una u otra forma cooperaron con las acciones del puñado de hombres y mujeres que convergieron bajo la sigla del COFUN. Y, también, por el apoyo de las autoridades universitarias en esta contribución imperecedera a la historia del norte y, en definitiva, a la de nuestra querida patria.
Como escribiera Sabella en 1971, a diez años de la creación del COFUN:
“El empeño generoso de Miguel Politis, la múltiple capacidad creativa de José Miguel Aguirre, los desvelos del incansable Jorge Vallejos Bernal, la pasión de todos los muchachos de esta empresa universitaria, no fueron ni vanos ni banales: el Norte de Chile ocupa, en la actualidad, respetable importancia en el folklore patrio”.
Tambo Atacameño. Historia profunda de un fenómeno cultural, se erige, entonces, como un libro imprescindible en la biblioteca de cada nortino, para conocer un trozo de nuestra historia cultural.
Excelente encuentro con la memoria de nuestra ciudad , cómo si fuera ayer ; me ví entrando con mis tíos al famoso tambo atacameño de calle Ossa a la altura de 2481 frente a la antigua sede política del Partido Socialista …Baile muchas veces con mi tía Elba Vda. de Sabella compartiendo con mi tío Andrés Sabella y nuestra recordada y querida amiga Nelly Lemus …Tantos lindos recuerdos culturales de nuestra querida Antofagasta , como las exposiciones en la Sala Ercilla en calle Prat al lado del Centro Español., lindos recuerdos y viva nuestra cultura Antofagastina.