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sábado, 7 diciembre, 2024
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Las denuncias de malos tratos que ponen en riesgo continuidad de Seremi de Gobierno

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Luego que el domingo se hiciera pública la investigación que lleva adelante la Contraloría General de la República por supuestos malos tratos denunciados por una funcionaria, la Seremi de Gobierno de Antofagasta, Stefanía Carvajal sigue en tele de juicio luego que se conocieran nuevos relatos de maltratos durante su gestión.

Según consigna el Mercurio de Antofagasta en su edición del 23 de Marzo, a lo menos 9 funcionarios han dejado sus puestos de trabajo en esa repartición, aludiendo mal ambiente laboral desde que asumió la militante DC en marzo de 2014.  En la publicación se nombran a los periodistas Aníbal Reyes (trabajó hasta agosto de 2014) , Carolina Cáceres (octubre 2014) y Daniella Jeria (mayo 2015), Claudia Fuentes, asistente de la Dirección Administración y Finanzas (agosto 2015) y Karolina Ramírez, asistente de la Dirección de Organizaciones Sociales (marzo 2016).

[blocktext align=»left»]Stefanía Carvajal, seremi de Gobierno de la región de Antofagasta, asumió el cargo en Marzo de 2014 a los 27 años de edad.[/blocktext]

Entre los testimonios, Aníbal Reyes señala que para dirigirse a sus funcionarios «usaba las palabras «mediocre y gana panes» para referirse a nuestro desempeño. Yo le adjudiqué ese comportamiento a su inexperiencia y juventud».

«Allí el trato no era bueno, preferí marcharme. Y si me preguntan; sí, vi a mis compañeros muy afligidos desde su llegada», finaliza el relato el periodista consultado por el matutino.

Otra de las funcionarias desvinculadas en el período de Carvajal, fue Esmeralda Valenzuela, quien señala que la actual seremi era una persona muy «desconfiada» y que «ella trataba muy mal a una secretaria y la sobrecargaba de trabajo (…) Las palabras que usaba eran muy despectivas, menoscababa a la persona. A mí me decía que yo era una simple señora del aseo«.

Los relatos señalando estos malos tratos suman y siguen. Otro funcionario ya desvinculado, que no quiso revelar su nombre a El Mercurio, señala que vio a muchas de sus trabajadoras llorar por los pasillos. «Yo creo en la denuncia que hace la funcionaria porque algunas veces cuando subía a la oficina escuchaba gritos. Todos los que quedan tienen cosas que decir, pero tienen miedo de perder el trabajo», finaliza.

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