Debe reconocerse que el cambio cultural observado en el país respecto a la corrección de las brechas de género es bastante notable, aunque hay aún márgenes para avanzar en ámbitos específicos.
Según datos del Servicio de Información de Educación Superior (SIES) de la Subsecretaría de Educación Superior, las mujeres representaron en 2020 el 53,1% de la Matrícula de primer año, frente al 46,9% de los hombres; en tanto que la tasa de Cobertura Neta en Educación Superior alcanzó el 43,9% para las mujeres y el 37% para los hombres. Al mismo tiempo, tienen también mayores chances de retención al primer año y de titularse.
Sin embargo, hay áreas del conocimiento donde las mujeres siguen presentando una baja tasa de participación, en especial en Tecnología y Ciencias Básicas, las cuales son fundamentales considerando el tipo de desarrollo que experimenta un planeta que sufre modificaciones sustantivas en sus prácticas, oportunidades y amenazas.
Conscientes de lo anterior, aparece el desafío de contar con más mujeres en STEM (abreviatura en inglés de Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas), porque debemos entender que al determinar la naturaleza de un sistema educativo, más que en cualquier otro ámbito, se decide críticamente sobre el futuro de la sociedad misma.
En estas áreas, los números son bajos, por lo que nuestro compromiso y esfuerzos deben apuntar hacia la reducción de las brechas. A saber: solo 1 de cada 4 matrículas de áreas STEM son de mujeres, 1 de cada 5 matrículas en el área de Tecnología correspondió a mujeres y apenas el 5% de las mujeres trabajan en áreas de Tecnologías.
Debemos reconocer que las concepciones culturales juegan un rol importante en las cifras que observamos. ¿Por qué las mujeres tienen representaciones importantes en Salud o Educación, y bajas en Ingeniería? La respuesta está repleta de mitos que han afectado a niñas y jóvenes, y consecuencialmente al país, que ha perdido una inteligencia y una sensibilidad diferente para estas áreas.
Como Universidad estamos haciendo nuestros mejores esfuerzos para ayudar en la corrección de esta realidad y darle más oportunidades a todas las jóvenes talentosas, entendiendo que el país y el mundo necesitan más científicas, más ingenieras y más desarrolladoras de nuevas tecnologías.
Los ejemplos notables de Eloísa Díaz, la primera médico-cirujana del país; Justicia Acuña, la primera ingeniera civil chilena y parte del grupo que abrió el camino a la presencia femenina en la Educación Superior en Sudamérica; y la profesora Adelina Gutiérrez, primera mujer en integrar la Academia Chilena de Ciencias; son ejemplificadoras de que cualquier barrera puede ser traspasada por la inventiva, las capacidades y los sueños.
Las mujeres han conquistado todos los espacios públicos y privados del país. Desde la primera magistratura, el Poder Judicial, el Legislativo y lo mismo están haciendo en la empresa, asumiendo cargos en directorios y gerencias. Y aunque es efectivo que hay mucho por desarrollar aún, también es evidente que paso a paso estamos consolidando a las mujeres y la sociedad en su conjunto.
El aporte de la Educación Superior es mayúsculo y entendemos el valor de esa apuesta, y por ello cuenten con nuestro firme compromiso.
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