Se ha reflexionado, debatido y teorizado con el término “democracia” durante varios siglos, logrando sólo construcciones aproximadas, las que se pueden acomodar dependiendo quien sea el que la aplique y quien sea quien la reciba. Desde esta perspectiva, dicha definición y a su vez, dicha aplicación, parece ser una asignatura pendiente en Chile y en Latinoamérica, pues la vara con que se mide dicho término sigue siendo un instrumento proveniente desde la tierra del Tío Sam y con fuertes componentes eurocentrista, los cuales pueden eventualmente contener intereses distintos a los nacionales. 

Desde esta perspectiva, el concepto de democracia se instala en la región como una idea acabada y universal, dejando poco margen para su reinterpretación o reinvención, pues este concepto quedó restringido a un manual de normas que la definen como tal, y que además, hay organismos creados para estos fines, los que nos miden al respecto, ubicándonos en lugares dentro un ranking.

Con lo anterior se puede establecer que, más allá de los pactos conductuales para establecer normas sociales, la democracia es ante todo un invento, una construcción sociocultural que desde el punto de vista sociológico, dicho término no debe ser estático por ningún motivo, ya que la democracia es un tipo de régimen político y no un tipo de sociedad.

La democracia como medio para ejercer hegemonía 

La aplicación actual de democracia para países como el nuestro, cuya aspiración es sólo al crecimiento y no para alcanzar el desarrollo (los invito a googlear cuánto Chile invierte en ciencia y tecnología del PIB), es un mecanismo altamente civilizador y dominador, por parte de quienes ordenan las piezas del tablero de ajedrez, ya que se pone en valor las “formas”, pero poco o nada en los “fondos”. Es decir, nos preocupa la democracia en términos electorales y sus eufemismos propios. Sin embargo, no en la incidencia directa de la ciudadanía en la toma de decisiones para aspirar a un desarrollo integral del ser humano, y así, alcanzar la plenitud y la  trascendencia. 

¿De qué color les gustaría que se pintaran las bancas de la plaza de la cuadra?

En esta materia hay varias democracias avanzadas en el mundo, a modo de ejemplo. Me tocó estar unos días en Londres el año 2017, justo en el departamento que arrendamos, unos jóvenes tocaron el timbre, les abrimos. Preguntaron: “¿De qué color les gustaría que se pintaran las bancas de la plaza de la cuadra?”. A lo que mi ex señora les comento: ”No vivimos aquí, sólo estamos de luna de miel”. De inmediato los encuestadores dijeron: “No se preocupen, precisamente si eligieron quedarse en este lugar es porque la zona les gusta. Por consiguiente, su respuesta la necesitamos con mayor razón ”. 

Ahora bien, esta ejemplificación de profundización de la democracia, también se manifiesta en sus autoridades electas por voluntad popular, quienes deben cumplir con sus expectativas en todo momento, tanto en los procesos de campaña, elección y gestión. De no hacerlo, existen las herramientas legales para eventualmente sacarlos antes del término del mandato (Accountability social).

“A río revuelto, ganancia de pescadores”

En nuestro querido Chile nos hicieron una trampilla, esas de las que se hacen en el fútbol de barrio… de esas que son al estilo uruguayo. De antemano, mi respeto al fútbol de barrio y al pueblo hermano de Uruguay, ya que sólo lo menciono para explicarme mejor (carcajadas al estilo Pancho Saavedra de canal 13).  La gran trampa que intelectuales de la ex concertación y de la derecha se encargaron de vender en los años 2000. Hago referencia a la prostituida frase: “alternancia en el poder”, donde los distinguidos argumentaban que esto generaba por sí sólo, un fortalecimiento a la democracia, basado en el concepto de Sócrates. Lo cual, es impreciso, puesto que el filósofo griego lo que planteaba era la dimensión azarosa. Es decir, que todos los postulantes a gobernantes tenían tal nivel de preparación y capacidad, que inclusive hasta por la simple elección del azar, se podría elegir a un buen gobernante. 

Pienso que la instalación de la creencia de la “alternancia en el poder”, tiene que ver con la premisa popular “a río revuelto, ganancia de pescadores”. 

La democracia que nos ofrecen en este sentido, pareciera ser un invento discursivo para disfrazar los intereses de una elite acompañada de la ilusión de participación social, resguardada por una gobernanza, cuya principal capacidad es la de negociación continua entre sus fuerzas políticas.

¿Cómo sostener esta tesis?

La situación de la calidad de vida en Chile y en Latinoamérica, en vez de mejorar, empeora. La mala distribución de la riqueza, la pobreza, la inseguridad provocada por narcotráfico y la corrupción, nos invitan a instalar los debates de que estamos al borde de catalogar a países cuyas democracias están en crisis y no son la venezolana y tampoco la cubana.

Desde los inicios de los nacientes Estados-naciones en América Latina, la democracia siempre ha sido un invento que llamaba a condicionar las reglas que ordenan la conducta en sociedad. Si bien esto se materializó como concepto rector del Estado, no es menos cierto que dicha concepción solo se instaló para proteger una élite dominante y resguardar su matriz de privilegio. La democracia en nuestro continente se estableció como una idea copiada desde el norte. Desde esta óptica siempre se estableció un marco teórico alejado de la realidad Latinoamericana y la figura de democracia sólo se transformó en una idea decorativa de administración del poder y no resolvió los problemas que la misma democracia se propuso resolver. Posterior a los regímenes dictatoriales que gobernaron el continente, el concepto de democracia adquirió un mayor sentido de fortalecimiento como tal, pero siempre con el denominador común de proteger a una minoría. Tal como pasó Chile, donde el estallido social de octubre del 2019, instaló una cortina de humo tapando las verdaderas causas del movimiento y que hizo marchar de forma transversal a millones de chilenos y chilenas, las que tenían que ver con los abusos del sistema económico principalmente. Donde se ocupó “a la democracia”, para hacer una especie de operativo, al más puro estilo de las guerras preventivas.

¿Cómo logramos una democracia en función del bien colectivo?

Democracia significa en griego el “poder del pueblo”, cuyo principal desafío y responsabilidad de todos nosotros, es que sea para el pueblo, por el pueblo y con el pueblo. Nunca debemos renunciar a la declaración de guerra contra las injusticias y la búsqueda del bien colectivo, por sobre el individual. El individualismo genera éxito y el colectivismo genera progreso.

“No se puede transformar la realidad política, sin transformar la realidad cultural” (Antonio Gramsci) 

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