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jueves, 28 marzo, 2024
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Si Vas Para Chile

"No seamos más papistas que el Papa: a Chile se debe entrar por la puerta de entrada, saludando y pidiendo permiso. Ahí sí los recibiremos con los brazos abiertos", Sacha Razmilic (Evópoli), candidato a diputado por Antofagasta

Hace sólo un par de meses muchas personas en el país consideraron emigrar a otra nación en el evento en que Daniel Jadue ganase las elecciones presidenciales. La razón era válida: la miseria a la que han arrastrado los gobiernos comunistas y socialistas ortodoxos, tanto en el pasado como en la actualidad, a distintos países latinoamericanos, era una crónica cuyo resultado muy probablemente iba a repetirse en Chile. Y nadie quiere que su familia viva hambre, pobreza y desesperanza. Por ende, si muchos estaban (justificadamente) dispuestos a migrar ¿podemos comprender a aquellos seres humanos que están recorriendo miles de kilómetros, para huir de la miseria que ha provocado el inhumano gobierno socialista de Nicolás Maduro? Desde el lado de la empatía, por supuesto que se entiende.

Dicho eso, mi parecer y el de muchos en el país, es que debemos frenar la inmigración descontrolada e irregular que estamos viendo desde hace un tiempo. Chile ha recibido más de un millón de migrantes venezolanos y otro millón venidos desde otros países de latinoamérica y el caribe, en cuestión de solo unos años. Y ahora, gracias a la exitosa gestión del gobierno en el manejo de la pandemia y la reactivación económica, seremos aún más atractivos para habitantes de otros países de la región que siguen luchando contra el Covid. En otras palabras, si no hacemos algo significativo en el tema, el pronóstico es que veremos en los próximos meses mucho mayores olas migratorias que las que hemos visto hasta ahora.

En el largo plazo, los países se benefician de la inmigración. Eso está documentado y ampliamente aceptado a nivel mundial. Pero en el corto plazo, los efectos negativos son también contundentes. Llevando el argumento al extremo, no hay suficiente “techo y cama” para alojar a cientos de miles que llegan de golpe, ni hospitales, ni consultorios, ni escuelas. Toda esa infraestructura toma años en construirse y ya tenemos suficiente desafío para cubrir esas brechas para los que estamos acá.

Ante esto, el Estado de Chile, en gobiernos de diferente signo, ha sido incapaz de dar las señales correctas hacia las comunidades de extranjeros en Chile, que se comunican con sus cercanos en sus países de origen. Por más que tengamos una nueva ley migratoria, que busca una migración “ordenada, segura y regular”, en la práctica por la puerta de al lado se ha incrementado el flujo irregular. Hoy, instalarse en Chile es sencillo y por eso muchos se están pasando el dato. Estoy de acuerdo que el acceso debe ser por la puerta de entrada, pidiendo antecedentes y reservándonos el derecho de admisión, pero para eso debemos cerrar las otras puertas, porque hoy es llegar y pasar. Y eso no está bien.

A no perderse, acá hay mafias de coyotes (facilitadores del cruce de frontera por pasos clandestinos), organizadas y muy lucrativas, que facilitan la llegada irregular y masiva de migrantes. Contra esas mafias debemos declarar la guerra: Chile debe cuidar de una buena vez su territorio y movilizar un contingente militar significativo hacia nuestras fronteras. Y para el futuro, debemos formar una nueva policía fronteriza, con dotación suministrada por Carabineros y la PDI, bien provista de recursos físicos y tecnológicos, con el objeto de frenar el ingreso irregular de migrantes y poner tras las rejas a las mafias de coyotes. Y, si esa vigilancia es burlada, en vez de facilitarles el paso franco por el país una vez que llegan a las ciudades, deben ser conducidos en bus a la frontera por donde entraron. No seamos más papistas que el Papa: a Chile se debe entrar por la puerta de entrada, saludando y pidiendo permiso. Ahí sí los recibiremos con los brazos abiertos y “verán cómo quieren en Chile, al amigo cuando es forastero”.

 

 

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